En este país ya no hay hombres


Inspirado en las diversas y deliciosas conversaciones entre mi hermana y sus amigas de la Católica

Al final ella fue la que terminó invitándolo a él. Porque hay que ver que este muchachito es bien quedado, y hay que ver también que la globalización y la liberación femenina son una vaina. Pero ella no le paró a la globalización ni mucho menos, pero sí quiso intentarlo con lo último para ver cómo era la cosa.

“Mira muchachito -porque así le gustaba llamarlo-, ¿porqué no nos vemos en el Tolón?... No te preocupes, yo te paso buscando… No vale yo sé, pero le pido prestado el carro a mi mamá… Yo te lo brindo, tranquilo, cero rollos”.

Y salieron y él seguía quedado como siempre, pero como ahora ella era la mujer liberada, pues debía tomar el rumbo de las cosas, asumiendo la responsabilidad del caso. Si bien al principio le costaba sacarle las palabras de la boca al sujeto en cuestión, al pasar el tiempo ya a la cosa hasta podía llamársele conversación y todo.

-“¡Pero miren a la Melissita! -diría su atorrante pero encantadora amiga del alma Vanessita. ¿Es que no te da ni un poquito de vergüenza que te vean con ese pelabola, que no tiene ni un chevette como pa’ que uno pudiera decir algo, por lo menos?”

“¿Y qué vas a hablar tú, Vanessa del Carmen Méndez Mendoza? Si ya llevas como cinco reconciliaciones seguidas con el patán ese de Joseíto -le respondería desafiante Melissa Aurora Yagüe Fernández-. ¡Es más chica, déjame en paz con mi quedado, vale!”

Y precisamente eso era lo que reinaba en esa mesa: una paz, pero fastidiosísima que no daba ni para pensar en algo malo. Pero bueno, por lo menos el quedado se estaba soltando más, ya hasta estaba hablando de su abuela que cocinaba buenísimo y que tenía como 7 gatos, “¿qué loco no?, jajaja” (el único que se reía de eso era él). Pero para seguir con lo de las vaginas liberadas, ella se paró de la mesa y le agarró la mano al niño.

“Deja los nervios… sólo me fastidié de estar sentada. Vamos a caminar un poco”.

Siguieron caminando y caminando como una linda parejita de Caracas. Ella, con unas nalgas y unos senos prominentes venezolanísimos; y él, el típico pendejote jorobado que suele estar acompañando a estos mujerones.

Llegaron al ascensor y en lo que se cerró la puerta, ella lo besó a él -¿o esperaban lo contrario?-, y por más apasionado que ella quiso hacerlo, por más apasionado que se veía desde afuera -porque de hecho se veía muy bien-, ella no sintió nada; bueno, nada internamente porque del quedado obviamente le sentía toda su masculinidad erguida; es decir, no sintió el hormigueo en la barriga que sintió muchas veces con su vecino, su profesor de tennis o con su carne de primo también se come.

El quedado no podía estar más contento de regreso a su casa, estaba todo orgullosote de haber estado con semejante mujerón: “Jajaja –seguía con otra de sus sonrisas, pronunciando enfáticamente las jotas con orgullo-, cuando se lo cuente a Rafa no me lo va a creer. Porque Rafa, yo sí te digo una vaina guón, ese beso la mató, luego de que yo le robé el beso –Ujum…- se quedó con una sonrisota que ni te cuento, porque si hubiéramos estado en otro sitio ni me quiero imaginar hasta dónde hubiésemos llegado… bueno, la verdad es que sí me lo he imaginado un par de veces, pero el hecho es que la dejé mal con ese beso broder porque dime, ¿qué otra cosa pudo significar esa sonrisota?”

Pues sí muchachito, Melissita siguió sonriendo durante toda la cola de regreso que agarró en la autopista. Y cuando llegó a su casa y se acostó a dormir, seguía sonriendo:

«Como que tienes razón Vanessita, en este país como que ya no hay hombres, pero por mi culpa no será…».

Comentarios

Anónimo dijo…
No pude dejar de reirme con este escrito, no por el mismo en sí, sino por lo crudo y realista que eres. Así, ciertamente somos las mal llamadas "Mujeres de la nueva era"....Pá lantonas y buscando la presa....yo no se si no hay hombres pero definitivamente cuando el hambre se hace presente...es dificil sentarse a solo poner la cara de tonta bien administrada!!....

Te felicito.....

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