Reflexión hippie

Manejando hacia Puerto La Cruz escuchaba un programa de radio en una de esas pocas estaciones que logran sintonizarse en la carretera. El locutor hacía una de esas típicas reflexiones en tiempos de navidad. Si hubiese podido cambiar la estación, lo más probable es que lo hubiese hecho, pero ya tenía tiempo tratando de pasar una gandola y estirar mi brazo derecho para cambiar la radio no sólo se me hacía incómodo, sino que ya pensar en hacerlo era bastante insensato.

De manera que no tenía otra opción sino escuchar al locutor y su perorata decembrina. Él argumentaba que la navidad era una época para pasarla felizmente con los seres más queridos pero que, sobre todo, era tiempo de reconciliación. Precisamente pensaba que ésa era una de las cosas que más criticaba –y detestaba- de estas fechas: uno tiene que estar felíz a juro y porque sí.

Luego el locutor se dedicó a explicar por qué uno debía pasar la navidad en familia. A esta parte no le presté mucha atención, pero sí escuché cuando se refirió a la reconciliación. “Amigo radioescucha: lo invito a que se revise, a que medite internamente y averigüe si usted tiene mucho tiempo sin hablar con alguien o si, peor aún, no le dirige la palabra a alguna persona. Lo invito a que evalúe su actitud, porque debe aprovechar este tiempo para compartir con el prójimo y sanar esas heridas, aproveche este tiempo para la reconciliación”.

Apartando a un lado la cursilería del discursito, me puse a pensar en lo que el tipo estaba planteando. Era verdad, si bien no tenía a nadie a quien le había dejado de “dirigir la palabra”, sí había un par de personas con las que no hablaba en mucho tiempo. Quizá por malentendidos o por descuido, o quizá por lo peor de todo: por orgullo.

Decidí entonces intentar reencontrarme con esas personas. La palabra reconciliación me parecía un poco exagerada. Que yo recuerde, no había peleado fuertemente con esas personas como para tratar de reconciliarme con ellas. Pero sí nos habíamos distanciado, así que decidí dar el primer paso hacia el acercamiento. A unos los llamé por teléfono, a otros los contacté por Facebook. A otros los vi en Puerto La Cruz, en cuyo caso el contacto fue mucho más directo y más gratificante. Conversar con ellos me hizo sentir muy bien porque me hizo recordar precisamente por qué habíamos tenido, tiempo atrás, una relación tan cercana.

No obstante, hubo personas que no me contestaron el teléfono, ni me respondieron por Facebook. Respeto su decisión pero seguiré esperando su respuesta. De una u otra forma, sé que me sentiré bien con lo que pase porque hice lo que estuvo en mis manos. (Admito que quizá esté sonando muy ingenuo. Igual ya leyeron el título de este post, ¿no? De todas formas les comento que todo esto ha sido escrito con sinceridad y buenas intenciones, aun con lo cursi que pueda sonar la expresión.)

Precisamente por eso es que ahora escribo y comparto esto con ustedes. No es mi intención dármelas de puritano y de buena gente, porque como dijo Ozzie Guillén cuando le entregaba juguetes a un grupo de niños en un hospital en Caracas: “Yo no soy buena gente, y menos voy a intentar parecerlo”. Lo que sí quiero transmitirles es que acepté la invitación que hizo el locutor y al final me sentí bien conmigo mismo al reencontrarme con esas personas.

Permítanme entonces formularles las siguientes interrogantes:

¿Ustedes no tienen a alguien de quien se hayan distanciado por algún tiempo, por x o y razón? ¿No se han preguntado que, muy probablemente, se sientan mejor con el sólo hecho de tratar de contactar a esa persona?

¿Cuánto nos cuesta llamar a esa persona, escribirle por Facebook, escribirle un mensajito de texto?

¿Un bolívar fuerte más básico más IVA?

¿El orgullo?

Comentarios

*Mari dijo…
A mí me parece un pelo absurdo eso de la "reconciliación" en navidad. I mean, cualquier día del año es perfecto para hablarle a un amigo al que tienes tiempo sin hacerlo, o decirle un te quiero a la familia.

Aunque también es muy cierto que esos dircursos navideños cursis nos hacen pensar y en tu caso, actuar (y sinceramente, cosa que es bieeeen difícil). Para mí, tampoco vale la pena intentar reencontrarse con gente porque "es navidad".

Y ojo, no soy el Grinch, amo la navidad, comprar regalos, estar en familia, el comercial del jamón Plumrose, pero realmente en mi casa es casi siempre lo mismo, lo único es que en esta época hay un árbol, gaitas, hallacas y cadenitas doradas guindando en el pasillo, jeje!

Tu post me movió fibras jejeje, abrazo magenta para vos!
La Perfecta dijo…
Victor querido, esta vez no concuerdo contigo.
Yo sí soy el grinch y me ladilla todo el cuento de la paz y reconciliación navideña.

Yo sigo hablando con la gente que me importa (asi sea esporádico) y si hay alguien con quien no hablo hace demasiado tiempo es porque me dejó de importar.

Me incomoda cuando esa gente vuelve, porque no sé como decirle que ya no tenemos nada en común.

Espero q me sigas queriendo a pesar de mi amargo comment, jejeje..

un abrazo!
Anónimo dijo…
Hola!!!!

Eso de lA reconciliacion suena bonito, por que no. Existimos personas que no dejamos que otras se reconcilen con nosotros y creo que ya es hora. Por ejemplo la vida deberia reconciliarse conmigo en este momento. Es asi. Estoy esperando.
Saludos

SuSy
Mayela Torres dijo…
Por qué no puedo dejar de leerte??

Elevo tu ego... no me gusta eso del todo.

Entradas populares