Mírame a la cara. Escúchame. Respétame.


¿Ustedes no se han dado cuenta de la mirada
que pone la gente cuando usan sus Blackberry?
Es una mirada perdida: como si tuvieran ojos de muñeca,
como si no estuvieran allí.
JERRY SEINFELD


A veces pareciera que la llamada "revolución digital" en vez de acercarnos más nos distanciara más. Los teléfonos celulares, con toda la "inteligencia" que han adquirido recientemente, parecen haberse convertido en extremidades de nuestros cuerpos gracias al frecuente uso que hacemos de ellos.


Ya no es raro ver en restaurantes a personas inmersas en sus teléfonos en vez de conversar con quien los acompaña. Con el paso del tiempo y el avance de las tecnologías de la comunicación, los seres humanos nos estamos convirtiendo cada vez más en individuos solos y aislados en compañía de otros individuos solos y aislados que usan sus celulares para "conectarse" con otros individuos solos y aislados. Y todos con un teléfono en la mano.


A mí encanta conversar, pero sobre todo para escuchar a quien me habla. Lo que pasa es que hasta hablar con alguien se ha hecho difícil. Y no porque cada vez estemos más ocupados, sino porque cuando en efecto logramos vernos con otra persona, el potencial diálogo se ve truncado por la súbita llegada de un correo o de un mensajito de voz a nuestros celulares. Y no incluyo a las llamadas sencillamente porque ya no hablamos por teléfono -a estos artefactos ya no los usamos para lo que fueron inventados.

Yo puedo entender que todos tengamos que ocuparnos de compromisos y obligaciones fuera de nuestros horarios de trabajo, pero lo que no puedo aceptar son esas rupturas que inevitable y constantemente acontecen en el hilo de las conversaciones para atender los teléfonos. ¿Qué cuesta decir antes de comenzar a hablar con alguien que estás esperando un email o una llamada importante que tienes que atender pronto? ¿Qué cuesta disculparse si decides interrumpir la conversación porque tu teléfono acaba de vibrar o sonar?


Lo que pasa es que todo esto sucede con tanta frecuencia y nadie reclama ni protesta nada que lo seguimos haciendo. Pero está mal. Y a mí me arrecha cuando estoy de lo más emocionado contando algo (los que me conocen saben de lo que estoy hablando) y entonces viene la otra persona y deja de mirarme y escucharme (aunque me aseguren que me están escuchando) y traslada su atención hacia el aparato. A veces me molesta tanto que dejo de hablar no porque sospeche que no me estén escuchando, sino porque me arrecha estar seguro de que no lo hacen.

En estas nuevas maneras "digitales" que tenemos para comunicarnos, nosotros somos los que tenemos que tomar las riendas de cómo nos relacionamos con la gente. No podemos dejar que los aparatos sean los que dicten nuestra manera de comportarnos con los demás. Si uno no toma el control de estos aparatos pues uno terminará comportándose entonces como uno de ellos: un objeto inerte.

Mi problema no es con los celulares. Si es por eso yo también tengo un Blackberry, y si lo compré es porque estoy conciente de las ventajas que me ofrece como usuario. Mi problema es con la gente que usa el teléfono y que en vez de relacionarse con los demás de una mejor manera, lo que hace es empeorar dicha conexión.


Ser maleducado de por sí siempre ha sido algo como normal en estos tiempos, lamentablemente. Invito a quien lee esto a hacer una encuesta, en cualquier ciudad donde esté viviendo, para contar quién responde los buenos días, o quién dice "por favor", "disculpa" o "gracias" y estoy casi seguro que habrá muy poca gente que lo hace. Ahora resulta que ser maleducado entonces no es sólo normal, sino que además es "cool". En estos tiempos en los que los teléfonos parecieran ser más "inteligentes" que nunca, lamento no poder decir lo mismo de los seres humanos.


Hay quienes argumentan que en los últimos años el ser humano se ha entrenado para hacer varias cosas a la vez, que ahora todos somos expertos del
multitasking. Y aunque efectivamente conozco a personas que son muy buenas en ello, cuando se trata de conversar con alguien que quiero, cuando se trata de confiarle algún problema a alguien que quiero o cuando se trata de escucharle un problema a alguien que quiero, para mí no existen medias tintas. O sea pana, o me escuchas con atención o enfocas tu atención en hacer lo que tengas que hacer en el celular. Porque cuando yo decido escuchar a alguien es para escucharlo con toda la atención posible y con el respeto que se merece.


No pienso aceptar que esta manera (interrumpida y maleducada) sea una de las nuevas formas de comunicarnos. Preferir atender el celular antes de escuchar al otro está mal. Así que si te estoy hablando mejor guarda tu teléfono y mírame a la cara, mejor guarda tu teléfono y escúchame, mejor guarda tu teléfono y respétame.

Comentarios

Michelle Durán dijo…
MUY CIERTO , TE HACES INVISIBLE Y HACES SENTIR INVISIBLE A QUIEN TE ACOMPAÑA EN FISICO .
SALUDOS,
yo dejo de hablar. Y explícitamente reclamo que no se vea el celular mientras estamos en una conversación. Punto.

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