Breaking pointe: revelando el drama dentro del arte de la danza

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El ballet vuelve a estar de moda; al menos mediáticamente. El reciente éxito del film independiente Black swan, dirigido por Darren Aronofsky y protagonizado por Natalie Portman, junto a la controversial reacción que obtuvo desde la escena del ballet norteamericano, hizo que el ballet volviera a la palestra del entretenimiento. No al nivel que alcanzó en las décadas de los 60 y los 70, claro está, pero no puede negarse que el arte de la danza vive uno de sus mejores momentos.

El impacto del largometraje, inspirado en el clásico del ballet The Swan Lake, con música de Tchaikovsky y coreografía original de Marius Petipa, se ha evidenciado en la exitosa venta de entradas para las producciones de compañías como el New York City Ballet (que incluso se vio obligado a extender las presentaciones por demandas de su audiencia al final de la temporada 2010-2011) y el American Ballet Theater, que agotó todas las funciones ofrecidas en su temporada de verano en el Metropolitan Opera de Nueva York en el año 2011.

Asimismo, el llamado “Black swan effect” ha dejado su impronta en la producción de documentales como First position y de programas de televisión como Breaking Pointe, un reality show que por seis semanas tuvo acceso a la preparación de una temporada de una de las compañías de ballet más respetadas en los EEUU: Ballet West.

Luego de haber redescubierto al ballet durante los dos años que viví en Nueva York gracias al magnífico trabajo del New York City Ballet, y a la lectura de excelentes libros sobre la historia de esa forma de arte, debo admitir que estaba verdaderamente entusiasmado por ver este programa.

Sin embargo, luego de ver el primer par de capítulos (de un total de seis) no pude evitar por preguntarme si esta inserción del ballet en la pantalla chica podía terminar generando más efectos negativos que positivos en la percepción que la sociedad tiene de este arte escénico. Y digo esto porque a fin de cuentas la serie, en reiteradas ocasiones, cayó en el lamentable cliché de la producción de programas de reality TV: resaltar (e incluso exagerar) algunos dramas personales y conflictos entre algunos de los integrantes de la compañía de ballet.

De todas formas esto era predecible. Ahora bien, debo admitir que luego de ver toda la serie creo que el balance final del programa terminó siendo positivo. Estoy consciente que la intención de producciones como esta es la de hacer programas que intenten obtener la mayor audiencia posible a través de una oferta interesante. Lo que pasa es que, sobre todo en reality shows, ese interés muchas veces es sinónimo de controversia.

No obstante, lo que más rescato y celebro de Breaking pointe es ese atisbo que nos permitió tener a los que nos gusta el ballet de saber cómo opera internamente una compañía de ballet enfrentada día a día a ofrecer excelencia. En ese sentido resultó enriquecedor ser testigo cercano de los verdaderos dramas que deben enfrentar los bailarines, no sólo en sus exhaustivos ensayos, sino en sus vidas personales.

Muchas veces como miembros de la audiencia no estamos conscientes del duro trabajo y de las exigencias que demanda un arte tan sacrificado como el ballet. En uno de los episodios más memorables de la serie, Allison, una de las bailarinas más destacadas de Ballet West, confiesa que con todo lo mal que se sintió al bailar una de las piezas con un ritmo a su juicio demasiado lento, aún tuvo que sonreír al final de ella con el objetivo de ocultarle al público esta falla.

La serie también dejó entrever algunos de los dramas que también ocurren en el nivel administrativo de la compañía. En varias ocasiones pudimos ver de cerca cómo Adam Sklute, el Director Artístico de Ballet West, tuvo que tomar difíciles decisiones con el propósito de mantener e idealmente incrementar el nivel técnico de sus bailarines.

Más allá de la evidente intención de resaltar algunos conflictos, sobre todo los sentimentales entre los bailarines Rex y Allison, quienes a lo largo de la temporada sostuvieron una turbulenta relación, creo que también habría que agradecer que uno como espectador tenga noción de lo difícil que resulta para estos artistas sostener una relación de pareja bajo condiciones tan difíciles como las que les exige su arte.

De acuerdo a Alastair Macaulay, crítico de danza del New York Times, el ballet es el más etéreo de las artes escénicas, condición explicada por lo abstracto de su discurso y porque generalmente trata una temática relacionada a los sueños, los dioses, los fantasmas y los amores imposibles. Visto desde ese punto de vista considero que Breaking pointe fue una producción exitosa en cuanto a la humanización de un arte tan místico como el ballet.

Luego de terminar de ver el último capítulo de la temporada de Breaking pointe no sólo quedé más consciente de la humanidad inherente a ese arte tan artificial del ballet, sino que sentí muchísimas ganas de ver actuar al Ballet West. Al final terminé con gran curiosidad de ver bailar a esos bailarines en cuyo proceso creativo me inmiscuí durante seis programas.

Y eso, en cuanto a términos de construcción de identidad de una organización y marketing, también debe ser considerado exitoso. Yo sólo espero que sean muchas otras las personas que, como yo, hayan sido cambiadas luego de ver esta serie; que sean muchos los que le adjudiquen más valor a ese arte tan perfecto, pero a la vez tan humano, del ballet.

Comentarios

Anónimo dijo…
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