Un lujo


Martín Caparrós asegura que al argentino le gusta hablar. Y tiene razón: en los meses que tengo viviendo en Buenos Aires he tenido la oportunidad de escuchar conversaciones gloriosas. En colectivos, en el subte, en recitales y en cualquier ocasión donde se puedan dar diálogos públicos he tenido el privilegio de ser testigo del genial verbo argentino. En estos días, en un Starbucks, tuve el lujo de escuchar a dos chicas hablar de sexo. (Sí, soy hombre, y para nosotros escuchar a mujeres hablar de sexo es un lujo.)

A: Vengo de casa de Manuel.

B: Ah, por eso la carita…

A: ¿La carita? ¿Qué carita?

B: La carita de putita que acaba de coger.

A: Y sí, de eso vengo.

B: ¿Y qué tal?

A: Y, regular. Como amante, Manuel es un tipo regular.

B: Qué embole… Si más bien el loco se la pasa hablando de sexo… qué sé yo, que siempre pensé que Manuel era bueno en la cama.

A: Pues no, los que se la pasan hablando de eso son los peores.

B: Eh, tiene sentido…

A: Aunque bueno, viste que está bueno tener amantes regulares. Si no los tuvieses, no te darías cuenta de lo bueno que son los demás.

B: No, yo preferiría tener amantes buenos siempre.

A: Nah, te aburrís. ¿Conocés a Adrián?

B: Claro.

A: Adrián es un excelente amante. El loco te garcha posta. Es un groso: buen tamaño, dura mucho y tenés orgasmos, loca, pero viste, uno tras otro tras otro. Es increíble.

B: ¿Ah sí?

A: Sí, pero garchar así es extenuante. Después de hacerlo con Adrián quedaba exhausta. Viste que primero no dormía nada y luego cuando tenía que ir al laburo andaba al pedo, toda lenta, sin ganas de nada.

B: Bueno chabona, pero al menos la pasaste bien, ¿de qué te quejás?

A: ¡Si yo no me quejo de nada! Lo que pasa es que luego, viste, te acostumbrás. Y
cuando te acostumbrás a algo, sea bueno o malo, se hace aburrido. Con él garché bastante, pero viste que a veces tampoco quería largarme una hora garchando con el loco. Es agotador, boluda. Quedás como muerta. Y sí, está bueno hacerlo algunas veces así, pero no siempre tenés las ganas de hacerlo así, ¿me entendés?

B: Y, no sé, más bien me dieron ganas de llamarlo al Adrián para ver qué se siente eso que me contás.

A: Sí, las primeras veces es re bien, la novedad, las sensaciones, todo eso. Pero luego te aburrís. Por eso es que es bueno tener amantes regulares, porque entonces luego podés sentir la diferencia. Viste que el contraste le quita aburrimiento a las cosas.

B: ¿Pero qué carajo decís, Marcela? ¿Vos escuchás lo que estás diciendo? Si prácticamente estás diciendo que está mal que te garchen bien y que está bueno que te garchen mal. ¡Y no tiene sentido! ¡No hinches, boluda!

A: Que no, que te digo que hasta los buenos garches aburren.

B: ¿Y no será que la aburrida sos vos?

A: Andate a cagar, nena. No sabés lo que estás diciendo.

B: Yo sí sé lo que estoy diciendo, Marcela.

A: ¿Ah sí? ¿Y cómo te garcha el Esteban?

B: Mirá que lo hace muy bien, ¿eh?

A: ¿Ah sí? ¿Me vas a decir que no te aburre? ¿Cuánto tiempo llevan ya de novios? ¿Cuatro, cinco años?

B: Cinco, recién cumplidos.

A: Qué bajón.

B: Ningún bajón, Marcela: es una relación estable.

A: ¡Pero si eso ya suena re aburrido!

B: Quizá para ti, boluda. Lo que pasa es que no has tenido una relación seria, entonces ¿qué carajos vas a saber?

A: Que son aburridas.

B: No, es distinto, nena. Es distinto, y no lo vas a comprender.

A: ¿Pero qué tengo que comprender? Es re sencillo: o garcha bien el Esteban o garcha mal, ¿cuál de las dos?

B: Bien, ¿y vos sabés por qué?

A: Decime.

B: Porque cuando estás bien en una relación, así como la que tengo con Esteban, sos capaz de elegir lo que quieras en el sexo.

A: ¿Como qué? Dame un ejemplo.

B: Bueno, ¿querés un ejemplo? Que yo al Esteban hoy le puedo pedir que me garche o que me haga el amor. Ya fue.

A: ¡Qué ñoña!

B: No, fijate que no. Ahí está la clave para las relaciones, lo que vos llamás el contraste. Si quiero que Esteban me garche posta, así a lo animal, venite gorda que te voy a hacer de todo, pues se lo digo. Pero si ando más ñoña, y sí, porque soy mina y me pega la ñoñez de vez en cuando, le digo que me haga el amor despacito, así rico, y que me diga boludeces al oído.

A: No tenés remedio, boluda. Si vos misma no podés creer lo que estás contando.

B: Por eso te aburrís, Marcela, porque sólo andás garchando. Hacer el amor es otro tema. Y sí, suena ñoño, pero es lo mejor del mundo.

A: Sí, sí, seguro.

B: Enamorate, nena, enamorate.

Comentarios

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