Literatura barata y rica


Cuando uno cuenta con un presupuesto limitado, comprar las cosas que quieres al mejor precio no constituye una estrategia inteligente sino una necesidad. 

Yo siento un apetito voraz por los libros. Y si bien tengo la posibilidad de conseguir sus versiones digitales pirateadas, mi fetiche por lo físico -por tomarlo con mis manos, por tocar las páginas y pasarlas, por tener una idea concreta del progreso de mi lectura- hace que tenga que conseguir libros en papel al mejor precio posible.

En Nueva York tuve la fortuna de descubrir STRAND, mi librería favorita de la ciudad. STRAND no sólo parece un templo de la lectura por sus dimensiones y la cantidad de libros que vende, sino que también ofrece muchos libros usados buenísimos a muy buen precio. 

Allí conseguí biografías de Stravinsky, un libro de no-ficción de Adam Gopnik y las memorias de Steve Martin por algo así como 3 dólares por ejemplar. También Amazon disponía de libros usados a muy buen precio. Descubrir eso fue como caer por un “rabbit hole”, simplemente luego no podía parar de buscar -y comprar- libros. 

En lo que llegué a Buenos Aires me di a la tarea de encontrarle sustitutos a esas estrategias. Una amiga me recomendó pasarme por los libreros de Plaza Italia. Y si bien su recomendación logro saciar mi hambre literaria por unos meses, aún me parecía que los precios excedían mis capacidades financieras. 

No obstante conseguí mi nicho en uno de mis recorridos por la calle Corrientes. Debo confesar que mi primera impresión sobre los establecimientos de libros usados en Microcentro no fue muy positiva. Había libros muy baratos, es verdad, pero no me parecían libros interesantes. 

De todas formas, un día que realmente necesitaba leer algo significativo entré a una de estas librerías y me tomé mi tiempo. Resulta que mi primera aproximación había sido muy superficial: tenía que buscar con más profundidad… y conseguí mis tesoros. Estos lugares guardan verdaderas joyas a muy buen precio. Si escribo acá la lista de las maravillas que he podido leer por menos de 100 pesos no terminaría nunca.

El punto es que se pueden conseguir maravillas, sólo hay que buscarlas con paciencia. Y una vez que veo algo, he aprendido a comprarlo de inmediato. Así que eso sería algo que recomendaría con fuerza. Varias han sido ya las decepciones de ver algo que quería leer y que por una u otra razón no lo compré en el momento, y que luego cuando volví a buscarlo, había desaparecido.

Valga la reflexión entonces para agradecerle a Buenos Aires la oferta de cultura impresa a la que he podido tener acceso. Porque sí, yo creo que de alguna forma las ciudades te hacen respecto al arte que te ofrecen, y en ese sentido a mí Buenos Aires me ha formado con solidez.

Dénse la oportunidad de que sean los libros los que los encuentren a ustedes -y por mucho menos de lo que cuesta un café en Starbucks. 

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