Me enamoré de una loca


No sé que me está pasando últimamente, pero me estoy enamorando de cada loca… Porque si de por sí las mujeres son un misterio, son ese gran signo de interrogación que nos seduce; el hecho que estén, además locas, es como que demasiado. Así conocí una este domingo que fui para Bellas Artes, para ver si conseguía un DVD de una de esas películas fritas que a mí me gustan. A mi lado tenía una chama que olía muy rico (como a durazno) y que se estaba llevando Amélie y Delicatessen, dos de mis películas francesas favoritas de mi director francés favorito, Jean Pierre-Jeunet. Pagamos casi al mismo tiempo y, sin planearlo, ambos íbamos en dirección hacia la Galería de Arte Nacional.

En lo que se adelantó, fue que pude apreciar su belleza: tenía el cabello castaño y rizado, era delgada, tenía su piel de un tono sensualmente bronceado, buenas tetas –gracias a Dios naturales-, y unas buenas nalgas. Estaba chévere pues. Cuando creía que iba a entrar al museo, cruzó a su derecha y entró al Parque Los Caobos. Se sentó en el primer banco que vio libre y sacó su par de DVD’s de la bolsa de plástico, para dedicarse a leer una de sus contraportadas. Sentía que debía actuar de inmediato y, estando cerca de ella, fue cuando tuve el chance de buscarle algo de conversación. Comencé comentándole algo sobre las películas, pero el lomito del diálogo, lo verdaderamente sabroso, es lo que les escribo a continuación:

Ella: Soy naturalista.
Yo: ¿Naturalista? ¿Y cómo es eso? ¿Es algo así como ambientalista? –dije pa’ ver si la pegaba pronunciando enfáticamente el adjetivo.
Ella: Bueno… tenemos cosas en común, pero nosotros somos más auténticos… -afirmó con absoluta convicción.
Yo: Disculpa, pero sigo sin entender…
Ella: Los naturalistas le rendimos culto a la naturaleza, ¿sabes? O sea, somos vegetarianos, por ejemplo, protegemos el ambiente y los recursos naturales, y estamos full en contra de la industrialización –decía mientras ladeaba su rostro sereno y miraba al ambiente que la envolvía.
Yo: Ah… es decir, que es como una religión.
Ella: ¿Religión? Para nada… detesto esa palabra. Prefiero llamarle culto –su semblante ahora exudaba dureza, estaba como arrecha.
Yo: Oye, primera vez que escucho algo parecido. Y cuéntame… ¿hay mucha gente en este culto? –dije en tono afable y de exagerado interés para ver si enmendaba la cosa.
Ella: ¡Uff! ¡Muchísima! Cada día crecemos más. El otro día nos reunimos un gentío para lo de Spencer Tunnick, ¿sabes? –me preguntó con su rostro, nuevamente emocionado.
Yo: ¿En serio? ¿Y no te dio como cosa desnudarte en público? – le pregunté como para ir ganando confianza.
Ella: ¡No vale! Si así son nuestros encuentros, nuestras reuniones.
Yo: ¿Así cómo? ¿Desnudos? –pregunté con sincero asombro.
Ella: Sí –respondió con firmeza.
Yo: Es decir, que son nudistas también…
Ella: ¡No! Así nos llama la gente que no sabe… Nosotros somos naturalistas.
Yo: ¿Y dónde se reúnen? –ya el gusano de la curiosidad me había picado...
Ella: Que si en casas, en parques naturales, en alguna que otra playita, en fincas… De hecho, la semana pasada la pasamos demasiado bien en una parrilla que hicimos en El Junquito –volvía a hablar emocionada mientras yo en realidad lo que quería decirle era: ¿Cómo es la vaina?
Yo: ¿En El Junquito? ¿Y no les dio frío? ¿No les dijo nada la gente? –fueron entonces mis preguntas diplomáticas, comparadas con la que tenía en mente.
Ella: Bueno, la gente siempre nos molesta, pero ya nosotros estamos acostumbrados. ¡Pero el frío sí nos los tripeamos full! –recordaba con alegre sinceridad.
Yo: Y… no sé… ¿no les picaron los zancudos?- fue lo único que se me ocurrió preguntarle…
Ella: Jaja, ¡tú sí eres loquito! -¿Y ésta es la que me dice a mí loquito?, pensé.
Yo: Pero ya va, hay algo que no me cuadra. Primero me habías dicho que eras vegetariana, y me acabas de decir que habían hecho una parrilla en El Junquito, ¿sabes? Y ¿qué me dices de los pacos? ¡Segurito ésos sí que los han tenido que ladillar bastante!
Ella: Mira, lo que pusimos a la parrilla fueron unas berenjenas, unas chayotas y unos pimentones que a la brasa quedan divinos. Y claro que nos han molestado los pacos, sobre todo en los parques pero, ¿sabes cómo le respondemos nosotros?
Yo: La verdad es que no tengo ni idea… -es que la verdad era que ya nada podía sorprenderme…
Ella: ¡Que los seres humanos también somos animales! ¿Y cómo andan los animales en los parques, en los zoológicos? ¡Al natural! – decía a la vez que estallaba en una carcajada de obviedad, violando los límites de mi asombro.
Yo: Querrás decir desnudos…
Ella: ¿Y eso a la final no es lo mismo?
Yo: Supongo…
Ella: No suenas muy convencido pero, ¿sabes qué? Así también estaba yo al principio, pero si te animas… te puedo invitar a una de nuestras reuniones…
Yo: ¿En serio? ¡Qué fino! ¡Gracias! –me emocioné sinceramente con la posibilidad de poder verla “al natural”, sin embargo mi emoción echó un frenazo:- Pero… un momento… ¿tengo que ir desnudo?Ella: No, bueno… Sólo en la primera reunión se puede ir vestido… Pero me tienes que prometer que no vas a ir sólo a vernos por la curiosidad y la cosa. Mira que hay un gentío que va a la primera reunión sólo para vernos y burlarse de nosotros y, por supuesto, nunca vienen más.
Yo: No vale, tranquila que tienes mi palabra. Cuenta con eso… Dame tu cel entonces pa’ cuadrar…

Comments

Pana...

Que mala fama tenemos los nudistas que fuimos a Tunick... Y los que nos conformamos con berenjenas y coles de bruselas (en un pasado no muy lejano fuí de la banda de gente que no comen cadáveres)... jejeje

Lo que me salva es que yo no digo "nos lo tripeamos full" (lo de la pregunta de los zancudos está buenísimo)

Divertidísimo tu cuento.
_WolfStrife_ said…
Delicioso

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