Manías
A Isabel le gusta comerse la puntica de la canilla. Tanto que, cuando la compra, la desprende con su mano izquierda y le propina un buen mordisco, aun sin haberla pagado. No le da pena ese acto barbárico frente a los que hacen la cola para pagar en la caja. Si por casualidad compra la canilla recién salida del horno, entonces se apura para llegar a su casa y echarle mantequilla. Disfruta más ver cómo se derrite la mantequilla en el pan que incluso comérselo. Hay veces en que deja la puntica de la canilla coloreada de amarillo grasiento en algún rincón de la cocina. Su mamá, cuando ve esos pedacitos de pan regados por el comedor, se pregunta quién en la casa tendrá esa bendita manía. Sospecha que es su marido.
A Martha le gusta comerse la pizza fría, de nevera. La pide por teléfono, baja, la busca y espera a que se aclimate para meterla en el refrigerador. Espera un par de horas y luego la saca y se la come mientras ve televisión. “El frío es lo que le da sabor a la pizza”, sentencia. Es por eso que no le gusta pedirla con tocineta o con pepperoni: “porque la grasa fría sabe feo, guácatela”.
A Luis le gusta buscarle conversación a gente desconocida y que sospecha que no volverá a encontrarse más. Se inventa personajes. Ha sido abogado, médico de ambulatorio y profesor de lengua y literatura. Su personaje favorito: miembro de un nuevo partido político cuyo lema reza: “Todo lo que necesitas es amor”. Si se sienta en un taxi y hay cola, pues él se encarga de darle al taxista todo un discurso acerca de los fundamentos ideológicos de su partido “lennonista”. A veces se emociona tanto hablando de él que le ha pasado por la cabeza crearlo en la realidad. Al salir del taxi se lo promete a sí mismo, pero luego de media hora cae en cuenta de que, si lo llegara a hacer, pues perdería uno de los mejores personajes de su repertorio.
A Andrea le gusta imaginarse cómo duermen sus compañeros de clase. Le da curiosidad saber cómo se visten. Si se ponen piyamas, una franela y un mono o si simplemente se acuestan vistiendo sólo ropa interior. Le da intriga saber si duermen de lado, boca arriba o boca abajo. Le gustaría saber si duermen abrazando un peluche, una almohada. Ella duerme de lado, en posición fetal, la cobija cubriéndole hasta los hombros.
A Ignacio le gusta comerse las semillas de maíz del paquete de cotufas que no lograron explotar. Sus favoritas son las más tostadas, ésas que brotan un poco de esa piel blanca, indicio de lo que no llegaron a ser. Le gusta el sonido que se genera cuando las muerde. Cuando está en el cine se come las cotufas con rapidez para devorarse las semillas que le aguardan en el fondo. En su casa ha calculado el tiempo exacto para que su microondas deje muchas semillas sin explotar. Son 2 minutos y treinta y siete segundos.
A Francis el gusta re-estructurar completamente su cuarto dos veces al año. Cambia la disposición de la cama, mueve la mesita de noche y la peinadora. Pone nuevas fotos en la pared de su clóset y nuevos flyers en su corcho. Incluso ha cambiado el color de su cuarto. Una vez le pidió a su novio que pintara cada una de sus paredes con un color distinto. Esto lo hizo sólo una vez. Él argumentó que el cuarto le había quedado como un salón de pre-escolar.
A Daniel le gusta meter las papas fritas dentro de un sundae de chocolate con syrup de chocolate y maní. Lo único que le pide a la cajera de McDonald’s es que las papas estén recién fritas y no muy saladas. Es su merienda favorita, pero siempre la come solo. A sus compañeros de trabajo les asquea verle comer ese “postre de locos”. Cuando Daniel va a Wendy’s, pide unas papas grandes y un frosty mediano. No es lo mismo.
A Victor le gusta mirar a la gente que escucha música con audífonos en la calle. Le gusta adivinar qué es lo que están escuchando. No se les acerca, no les pregunta nada. Lo determina analizando lo que hacen mientras escuchan su música. La manera en como mueven su cabezas, la mirada que ponen, la expresión de sus rostros. Cuando ve a alguien que escucha música con el ceño fruncido, le dan unas ganas irrefrenables de acercársele y decirle que, para cambiar su estado de ánimo, sólo es cuestión de poner otra canción.
A Martha le gusta comerse la pizza fría, de nevera. La pide por teléfono, baja, la busca y espera a que se aclimate para meterla en el refrigerador. Espera un par de horas y luego la saca y se la come mientras ve televisión. “El frío es lo que le da sabor a la pizza”, sentencia. Es por eso que no le gusta pedirla con tocineta o con pepperoni: “porque la grasa fría sabe feo, guácatela”.
A Luis le gusta buscarle conversación a gente desconocida y que sospecha que no volverá a encontrarse más. Se inventa personajes. Ha sido abogado, médico de ambulatorio y profesor de lengua y literatura. Su personaje favorito: miembro de un nuevo partido político cuyo lema reza: “Todo lo que necesitas es amor”. Si se sienta en un taxi y hay cola, pues él se encarga de darle al taxista todo un discurso acerca de los fundamentos ideológicos de su partido “lennonista”. A veces se emociona tanto hablando de él que le ha pasado por la cabeza crearlo en la realidad. Al salir del taxi se lo promete a sí mismo, pero luego de media hora cae en cuenta de que, si lo llegara a hacer, pues perdería uno de los mejores personajes de su repertorio.
A Andrea le gusta imaginarse cómo duermen sus compañeros de clase. Le da curiosidad saber cómo se visten. Si se ponen piyamas, una franela y un mono o si simplemente se acuestan vistiendo sólo ropa interior. Le da intriga saber si duermen de lado, boca arriba o boca abajo. Le gustaría saber si duermen abrazando un peluche, una almohada. Ella duerme de lado, en posición fetal, la cobija cubriéndole hasta los hombros.
A Ignacio le gusta comerse las semillas de maíz del paquete de cotufas que no lograron explotar. Sus favoritas son las más tostadas, ésas que brotan un poco de esa piel blanca, indicio de lo que no llegaron a ser. Le gusta el sonido que se genera cuando las muerde. Cuando está en el cine se come las cotufas con rapidez para devorarse las semillas que le aguardan en el fondo. En su casa ha calculado el tiempo exacto para que su microondas deje muchas semillas sin explotar. Son 2 minutos y treinta y siete segundos.
A Francis el gusta re-estructurar completamente su cuarto dos veces al año. Cambia la disposición de la cama, mueve la mesita de noche y la peinadora. Pone nuevas fotos en la pared de su clóset y nuevos flyers en su corcho. Incluso ha cambiado el color de su cuarto. Una vez le pidió a su novio que pintara cada una de sus paredes con un color distinto. Esto lo hizo sólo una vez. Él argumentó que el cuarto le había quedado como un salón de pre-escolar.
A Daniel le gusta meter las papas fritas dentro de un sundae de chocolate con syrup de chocolate y maní. Lo único que le pide a la cajera de McDonald’s es que las papas estén recién fritas y no muy saladas. Es su merienda favorita, pero siempre la come solo. A sus compañeros de trabajo les asquea verle comer ese “postre de locos”. Cuando Daniel va a Wendy’s, pide unas papas grandes y un frosty mediano. No es lo mismo.
A Victor le gusta mirar a la gente que escucha música con audífonos en la calle. Le gusta adivinar qué es lo que están escuchando. No se les acerca, no les pregunta nada. Lo determina analizando lo que hacen mientras escuchan su música. La manera en como mueven su cabezas, la mirada que ponen, la expresión de sus rostros. Cuando ve a alguien que escucha música con el ceño fruncido, le dan unas ganas irrefrenables de acercársele y decirle que, para cambiar su estado de ánimo, sólo es cuestión de poner otra canción.
Comments
Aunque creo que mi mayor manía es tomar café en la tarde, no me importa si es mocca o café con leche, pero si no lo tomo no sé me siento extrañísima... incluso si no estoy en mi casa me paro en alguna panadería o en algún café... Lo más curioso es que siempre es entre 5 y 6 de la tarde y si voy a salir antes pues igual lo tomo...
Muy entretenido tu post!!
Por cierto, ya has leído a Casciari, verdad?? TIENES que hacerlo!!!
Mi manía también tiene que ver con los blogs. A mi me da por imaginar como son los autores. Por eso amo los blogs sin fotos de perfil.
Contigo me equivoqué burrrrrrrrda. jejejeje
Pensé que eras mucho mayor, y calvo. Siempre me imagino a los hombres calvos. XD
Gracias por escribir
abrazo enorme*
Lo de las clases de cocina va???
Una manía? jajaja... me gusta escuchar las historias de otros en el metro, saber como pronuncian las palabras, sus gestos... lo malo es que siempre se escapa una sonrisa de metiche justo cuando voltean a verte.
Debo confesar que me encantan las papas de mc donalds con sundae, ñum ñum ñumiiii...
Perfecta: no había pensado que era una manía, pero igual que cuando leo un libro me inventos los personajes (autores) de cada blog...
Yo también escribo cuentos; este relato me recordó a dos míos. Métete en http://manuelamoore.blogspot.com
Cuídate y ¡sigue escribiendo!