Una mesa más, dos solitarios menos


La semana pasada tuve que ir a Altamira para hacer un par de diligencias. Creí que iba a salir de ellas a mitad de mañana, pero todos sabemos cómo es esta ciudad con los planes que uno hace. Terminé a eso de la una y media de la tarde y con bastante hambre. Decidí comer en uno de esos restaurantes que quedan en la parte baja del Centro Plaza. Me senté y pedí un batido de melocotón y una milanesa de pollo a la suiza con papas fritas. Cuando el mesonero me trajo el batido, vi que justo en frente de mi mesa estaba una chama comiendo, sola, como yo. Vestía una camiseta blanca y una bufanda verde. Era pelirroja y calculé que debía estar cerca de sus treinta. Tenía pinta de bohemia y era gordita, como pa’ mí pues. Llevaba puestos unos audífonos. Me pregunté qué estaría escuchando. En eso recibí un mensaje de texto. Lo leí y lo respondí. En lo que puse el celular sobre la mesa, escuché que me decían:


- ¡Hey! ¡Chamo! –era ella- ¿te importa si te pido que vengas a sentarte a comer conmigo? Bueno… si quieres, ¿no?, es que te veo solo y yo estoy sola… -y dibujó unos puntos suspensivos en el aire, que duraron lo que me tomó irme hasta su mesa.

- Claro, tranquila –le respondí, entre incrédulo y tímido.

- Es que comer solo es terrible, ¿sabes? Yo siempre hago esto. Cuando me toca comer sola y veo a otra persona que también está comiendo sola, así como tú, yo le digo pa’ que comamos juntos y listo, yo no le paro.

- Estoy completamente de acuerdo contigo… comer solo es lo peor del mundo…

- Terrible… -volvió ella con sus puntos suspensivos mientras comenzaba a instalarse uno de esos incómodos silencios entre dos personas que se acaban de conocer.

- ¿Y qué estabas escuchando ahorita? –le pregunté, intentando saciar mi curiosidad, a la vez que aprovechaba para aniquilar al silencio.

- El último de Madonna. Es malazo, pero como soy una fan enamorada… pues tengo que escucharla, qué carajo.

- A mí me gusta la canción que tiene con Justin. ¡Es muy buena!

- Ése es el problema, ¡que es la única buena en todo el disco!, jeje. ¿Y tú en qué estabas pensando? Porque estabas pensando en algo, ¿no? Parecías preocupado. Mira que estuve a punto de no decirte nada...

- Bueno, es que estoy a punto de graduarme y la verdad no estoy muy seguro de lo que vaya a hacer con mi vida.

- Ése es un problema universal, amigo mío. Así que tranquilo. Pero, ¿qué pasa?, ¿qué te gusta hacer? –me preguntó, escrutándome con genuino interés.

- Umm... me gusta la música y escribir.

-¿En serio? !Qué fino! ¿Y entonces?, ¿cuál es el problema, pues? Ya sabes qué te gusta hacer. ¡Entonces hazlo! ¡Ya está!

- Jeje –dije abrumado por su pragmatismo.

- No te rías –sentenció, seria-. Imagínate la gente que no sabe todavía qué es lo que le gusta hacer. ¡Esa gente sí está jodida!

- De pana…

- Yo descubrí qué era lo que quería a punto de cumplir los 30. Me le adelanté a la crisis, ¡ja! –exclamó con auténtica satisfacción-. Yo trabajaba en Procter y ganaba un sueldazo, ¿sabes?, pero lo mío era diseñar ropa y carteras. Así que me asocié con una chama que estudió conmigo en el liceo y que estaba metida en la movida del diseño y montamos una tienda en el Centro. Lo que gané en Procter lo reuní y me fui a Nueva York para estudiar diseño. Pero nada de Parson’s, ni esos institutos carísimos. Comencé a hacer cursitos por aquí, cursitos por allá, hasta que empecé a hacer ropa.

- ¡Qué arrecho! ¡A mí también me gustaría vivir en Nueva York! Bueno… y en París también… -solté, reconociendo que había sonado quizá demasiado ambicioso.

- Pues anda a las dos. ¿O es que acaso tienes que elegir sólo una? En esta vida hay tiempo suficiente como para vivir en la dos.

- Oye, muchas gracias. Creo que necesitaba escuchar a una persona como tú.

- No seas gafo –dijo, intentando minimizar el gran favor que me había hecho-. Seguro lo habías pensado pero no habías tenido todavía las bolas para asumirlo. Y disculpa que te hable así, pero si uno no le habla duro a las personas indecisas como tú, nunca agarran el hilo…

- Tranquila. Muchas gracias, en verdad.

- De nada. Pero bueno… mucha habladera y mucha paja, pero ya tengo que agarrar el Metro para el Centro. Búscame en facebook, me llamo G****** B*****. Me cuentas lo que vayas a hacer, pero no me vayas a echar los perros, mira que soy lesbiana. Sí, decir eso fue toda una tragedia para mi familia –dijo alargando las vocales, sobreactuando con gracia-, pero eso da material como para otro almuerzo, ¿no crees?

- Claro que sí.

- Y ya sabes… ¡está terminantemente prohibido volver a almorzar solo! –decretó, amenazante, con tono de orden militar-. Si ves a otra persona que esté comiendo sola por ahí le dices para que te acompañe. Y si es una jevita, hasta le echas los perros y todo. Total… queda una mesa más y dos solitarios menos.

Comments

Gustvao said…
Me imagino que el pelo rojo y la bufanda verde, te transportaron a alguna escena de Amelié...
Toto said…
¿En el Centro Plaza dices? Yo necesito encontrarla para que me resuelva mi vida!
eusucre said…
Jejej q cuento tan cool!
Toto te acompañó! Yo tambipen necesito que me diga qué hacer! ejeje
Jejejeje, esos encuentros siempre tienen algo que te deja pensando. Parecen justos, planeados por algo que te quiere dar el empujoncito.
el whittie said…
Jajaja que cuento tan bueno! y que bueno que la conseguiste... creo que tarde o temprano, terminaras haciendo lo que de verdad te gusta.. al menos I hope so bro...
que instrumento tocas?
D said…
Siempre he dicho que el destino es lo más cínico de este mundo.... mira, amé lo de "una mesa más y dos solitarios menos" aplicaran esta en las ferias de comida de los centros comerciales tipo Sambil, y habría más 'empates' y menos guebones como yo (y a lo mejor tu algunas vez) sosteniendo la bandejita mirando pa' todos lados.

Saludos

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