¿Serena o Blair?: un dilema con implicaciones sexuales, sentimentales y morales
En estos días, mientras estaba metido en tremenda cola en la Prados del Este, la pregunta me tomó desprevenido: si tuviera la oportunidad de escoger entre alguna de las dos protagonistas de Gossip Girl, ¿cúal de ellas sería la opción definitiva? La respuesta no es sencilla. Para nada.
Cuando salió la primera temporada de la serie que retrata la adolescencia de la aristocracia neoyorquina, pensé que sería una de esas series frívolas y, por demás, intranscendentes. Nunca pude terminar de ver un capítulo completo. Sin embargo, en una de esas noches ociosas de zapping donde no están pasando nada bueno en ningún canal, me detuve en un episodio de la serie de cuestión. En ese momento estaban pasando una escena que mostraba un apasionado encuentro sexual entre la chama de pelo negro y uno de los tantos protagonistas masculinos. No sólo vi la escenita, víctima de ocio y morbo, sino que terminé viendo el capítulo completo.
Inconscientemente y sin que pudiera evitarlo, quedé enganchado con Gossip Girl. Aún sigo pensando que la serie es frívola e intranscendente, pero me gusta: la definición literal de un guilty pleasure. Luego de un par de capítulos supe que la chama pelo negro se llamaba Blair y que era la mala de la partida; y que la otra jevita, la catira, se llamaba Serena y era la "inocentona" del programa. (Y pongo entre comillas al adjetivo en cuestión porque la carajita también se ha tirado sus aventurillas.)
La dificultad del dilema que plantea el título de este post está representado por los dos extremos que lo demarcan: el amor puro que siento hacia Serena y el intenso deseo que siento hacia Blair. De Serena, me mata el tono de su voz, sus encantadores ojos tristes y la belleza de su rostro. De Blair, me gustan las curvas de su cuerpo, el perfecto tamaño de sus senos y esos ojos negros y esas cejas y esos labios que insinúan un magnífico desempeño bajo las sábanas. Cada uno de estos elementos es lo que hace prácticamente imposible decidirse por una de las dos. Lo que no te tiene una, te lo tiene la otra, La Perfecta dixit.
Pensemos entonces en las cosas que no me gustan de ellas. A ver... la verdad es que no siento especial atracción por las catiras y flacuchentas como Serena. Pero con Blair es más grave la cosa: la tipa es una perra y es insoportablemente sifrina. (Ya sé que todos los carajitos que salen en la serie son sifrinos, pero es que ella es un caso particularmente especial.) Los defectos de Serena, en apariencia, son menos dañinos y es algo que, en todo caso, tendría arreglo con un tinte de pelo y una gran cantidad de carbohidratos de por medio. La dicotomía, lejos de aclararse, parece complicarse aún más.
A lo mejor el problema radica en lo contradictorios que somos los seres humanos. Nosotros realmente no sabemos lo que queremos. La encantadora y comprensiva Serena me ofrece afecto, mientras que la manipuladora y despiadada Blair me ofrece sexo salvaje. El hecho de que no me decida aún por ninguna de ellas dice mucho de nuestra condición humana. ¿Cuántas veces no nos hemos debatido entre el sentimiento y el deseo? ¿Cuántas veces no hemos optado por una caraja que sabemos que nos va a joder? ¿Cuántas veces no descartamos a personas como Serena? ¿Cuántas veces no hemos terminado amando a personas que nos joden?
Lo perfecto sería que en una mujer yo pudiera encontrar los dos ingredientes de esta indecisión: amor y deseo. En ese caso, bien valdría la pena intentarlo con Serena. Quién sabe si una vez que nos hayamos amado, luego pueda haber una conexión sexual épica. Pero la cosa no es tan sencilla. Blair también ha demostrado que puede amar apasionadamente. En fin, que sigo sin decidirme...
Como pueden darse cuenta, el conflicto es mucho más complejo de lo que parece. De seguro ustedes también han tenido uno como este. Uno donde ponemos en evidencia que, el deseo, la parte más animal de nuestra humanidad, puede en algunos casos obstruir nuestro camino hacia el amor verdadero. Si es que esa vaina existe...
La implicación moral de esta tormentosa encrucijada radica en que, muchas veces, los seres humanos no nos decidimos por la opción que sabemos que es la mejor que podemos tomar. De hecho, muchos de nuestros fracasos en materia sentimental han surgido como resultado de decisiones concientes. Si alguna vez se han preguntado por qué nos va tan mal en el amor, es sencillamente porque así lo hemos decidido.
Después no nos quejemos entonces.
Cuando salió la primera temporada de la serie que retrata la adolescencia de la aristocracia neoyorquina, pensé que sería una de esas series frívolas y, por demás, intranscendentes. Nunca pude terminar de ver un capítulo completo. Sin embargo, en una de esas noches ociosas de zapping donde no están pasando nada bueno en ningún canal, me detuve en un episodio de la serie de cuestión. En ese momento estaban pasando una escena que mostraba un apasionado encuentro sexual entre la chama de pelo negro y uno de los tantos protagonistas masculinos. No sólo vi la escenita, víctima de ocio y morbo, sino que terminé viendo el capítulo completo.
Inconscientemente y sin que pudiera evitarlo, quedé enganchado con Gossip Girl. Aún sigo pensando que la serie es frívola e intranscendente, pero me gusta: la definición literal de un guilty pleasure. Luego de un par de capítulos supe que la chama pelo negro se llamaba Blair y que era la mala de la partida; y que la otra jevita, la catira, se llamaba Serena y era la "inocentona" del programa. (Y pongo entre comillas al adjetivo en cuestión porque la carajita también se ha tirado sus aventurillas.)
La dificultad del dilema que plantea el título de este post está representado por los dos extremos que lo demarcan: el amor puro que siento hacia Serena y el intenso deseo que siento hacia Blair. De Serena, me mata el tono de su voz, sus encantadores ojos tristes y la belleza de su rostro. De Blair, me gustan las curvas de su cuerpo, el perfecto tamaño de sus senos y esos ojos negros y esas cejas y esos labios que insinúan un magnífico desempeño bajo las sábanas. Cada uno de estos elementos es lo que hace prácticamente imposible decidirse por una de las dos. Lo que no te tiene una, te lo tiene la otra, La Perfecta dixit.
Pensemos entonces en las cosas que no me gustan de ellas. A ver... la verdad es que no siento especial atracción por las catiras y flacuchentas como Serena. Pero con Blair es más grave la cosa: la tipa es una perra y es insoportablemente sifrina. (Ya sé que todos los carajitos que salen en la serie son sifrinos, pero es que ella es un caso particularmente especial.) Los defectos de Serena, en apariencia, son menos dañinos y es algo que, en todo caso, tendría arreglo con un tinte de pelo y una gran cantidad de carbohidratos de por medio. La dicotomía, lejos de aclararse, parece complicarse aún más.
A lo mejor el problema radica en lo contradictorios que somos los seres humanos. Nosotros realmente no sabemos lo que queremos. La encantadora y comprensiva Serena me ofrece afecto, mientras que la manipuladora y despiadada Blair me ofrece sexo salvaje. El hecho de que no me decida aún por ninguna de ellas dice mucho de nuestra condición humana. ¿Cuántas veces no nos hemos debatido entre el sentimiento y el deseo? ¿Cuántas veces no hemos optado por una caraja que sabemos que nos va a joder? ¿Cuántas veces no descartamos a personas como Serena? ¿Cuántas veces no hemos terminado amando a personas que nos joden?
Lo perfecto sería que en una mujer yo pudiera encontrar los dos ingredientes de esta indecisión: amor y deseo. En ese caso, bien valdría la pena intentarlo con Serena. Quién sabe si una vez que nos hayamos amado, luego pueda haber una conexión sexual épica. Pero la cosa no es tan sencilla. Blair también ha demostrado que puede amar apasionadamente. En fin, que sigo sin decidirme...
Como pueden darse cuenta, el conflicto es mucho más complejo de lo que parece. De seguro ustedes también han tenido uno como este. Uno donde ponemos en evidencia que, el deseo, la parte más animal de nuestra humanidad, puede en algunos casos obstruir nuestro camino hacia el amor verdadero. Si es que esa vaina existe...
La implicación moral de esta tormentosa encrucijada radica en que, muchas veces, los seres humanos no nos decidimos por la opción que sabemos que es la mejor que podemos tomar. De hecho, muchos de nuestros fracasos en materia sentimental han surgido como resultado de decisiones concientes. Si alguna vez se han preguntado por qué nos va tan mal en el amor, es sencillamente porque así lo hemos decidido.
Después no nos quejemos entonces.
Comments
A mí no me gusta tanto Serena, me fastidia la boquita esa que pone para todo, fíjate bien, aunque bueno, en todo caso entre dos mujeres puede que sea el mejor para opinar, jajaja
Saludos
visitame!
http://colecciondecachivaches.wordpress.com/
saludos
e.
Lindo blog, chau chau : )
esta medio dañada pero despues de un tiempo ya uno sabe que esperarse..
de Blair no..
(tambien me paso como tu..quede enganchado, aunque no lo admito yo me bajo gossip girl)