La magia de los primeros discos de un grupo (y de las primeras películas de un director)
Tengo un amigo que dice que sólo escucha los primeros discos de un grupo. Dice que son los mejores. Cuando me dijo eso me dejó pensando, bastante. En parte tenía razón, mis discos favoritos son los primeros en las carreras de esos grupos: The return of the space cowboy (el segundo de Jamiroquai), The new sound of the venezuelan gozadera (el segundo de Los Amigos Invisibles), Bacalao Men (el primero de Bacalao Men), Ride of the lightning (el segundo de Metallica), Rage against the machine (el primero de Rage Against the Machine), Definitely maybe (el primero de Oasis). Y así sucesivamente...
Algo similar me pasa con mis películas favoritas de mis directores favoritos: El mismo amor, la misma lluvia (la primera de Juan José Campanella), Amores perros (la primera de Alejandro González Iñárritu), Caballos salvajes (la segunda de Marcelo Piñeyro), Delicatessen (la segunda de Jean-Pierre Jeunet), Tesis (la primera de Alejandro Amenábar), Before Sunset (la tercera de Richard Linklater) El camino de San Diego (la tercera de Carlos Sorín).
La magia que tienen estos primeros trabajos, según mi amigo, tiene lugar en lo que él llama "la virginidad del artista": en esos primeros trabajos, el artista se muestra con la sinceridad que aporta la ingenuidad. Luego, cuando esos artistas alcanzan el éxito, "se vuelven mierda sencillamente porque se putean". Reconozco que lo que dice mi amigo tiene razón en gran medida, pero tiene también, como todo pragmatismo, cierta dosis de radicalidad. Vamos, que en muchos casos el artista "se vende", tratando de comercializar su arte, intentando satisfacer "las necesidades predecibles" del público; pero también muchos artistas, con el paso del tiempo y haciendo uso de su experiencia, logran madurar confeccionando mejores trabajos artísticos.
De igual forma hay artistas que no lograron superar sus primeros trabajos y, por lo tanto, se quedaron en el aparato. Tan enceguecidos quedaron con el éxito de sus óperas primas que luego, desconectados de tierra y drogados de ego, no supieron seguir brindando buen material. Ejemplos sobran y no merecen la pena siquiera ser mencionados.
Es por ello que le tengo tanta admiración a los grupos que han logrado mantenerse en el tiempo más allá de sus nombres o del prestigio que merecidamente han conseguido, sino porque siguen ofreciéndonos obras maestras. En mi opinión, músicos como Luis Alberto Spinetta, Bjork, Radiohead, Prince, Stevie Wonder y Gustavo Cerati entran en esa selecta lista de artistas que, como el vino, simplemente suenan mejor con el paso del tiempo.
En cuanto al cine, Woody Allen, Javier Bardem, Meryl Streep, Phillip Seymour Hoffman, Juliette Binoche y Sean Penn estarían en esa lista de artistas que nos deleitan con el esplendor de su madurez.
Resulta interesante hacerle seguimiento a los músicos y a los cineastas. A cualquier artista, en general. Notar su crecimiento, identificar sus cambios, evaluar sus experimentos, analizar sus aciertos y fracasos.
Encuentro fascinante escuchar el nuevo disco de una banda que me guste. Creo que espero inconcientemente a que me sorprendan, a que superen mis expectativas, pero que a la vez mantengan ese sonido que en un principio logró seducirme.
Aunque me atrevería a decir que, en muchos casos, los grupos y cineastas nos ofrecen lo mejor de su talento al principio de sus carreras, cada vez que escucho un disco nuevo o veo una película nueva de ellos, espero que ese sea el mejor trabajo de sus carreras.
En esa esperanza apoyamos nuestra fe en que el arte, con el paso del tiempo, siga deslumbrándonos con sus hermosos intentos visuales y sonoros de explicarnos a los seres humanos.
Algo similar me pasa con mis películas favoritas de mis directores favoritos: El mismo amor, la misma lluvia (la primera de Juan José Campanella), Amores perros (la primera de Alejandro González Iñárritu), Caballos salvajes (la segunda de Marcelo Piñeyro), Delicatessen (la segunda de Jean-Pierre Jeunet), Tesis (la primera de Alejandro Amenábar), Before Sunset (la tercera de Richard Linklater) El camino de San Diego (la tercera de Carlos Sorín).
La magia que tienen estos primeros trabajos, según mi amigo, tiene lugar en lo que él llama "la virginidad del artista": en esos primeros trabajos, el artista se muestra con la sinceridad que aporta la ingenuidad. Luego, cuando esos artistas alcanzan el éxito, "se vuelven mierda sencillamente porque se putean". Reconozco que lo que dice mi amigo tiene razón en gran medida, pero tiene también, como todo pragmatismo, cierta dosis de radicalidad. Vamos, que en muchos casos el artista "se vende", tratando de comercializar su arte, intentando satisfacer "las necesidades predecibles" del público; pero también muchos artistas, con el paso del tiempo y haciendo uso de su experiencia, logran madurar confeccionando mejores trabajos artísticos.
De igual forma hay artistas que no lograron superar sus primeros trabajos y, por lo tanto, se quedaron en el aparato. Tan enceguecidos quedaron con el éxito de sus óperas primas que luego, desconectados de tierra y drogados de ego, no supieron seguir brindando buen material. Ejemplos sobran y no merecen la pena siquiera ser mencionados.
Es por ello que le tengo tanta admiración a los grupos que han logrado mantenerse en el tiempo más allá de sus nombres o del prestigio que merecidamente han conseguido, sino porque siguen ofreciéndonos obras maestras. En mi opinión, músicos como Luis Alberto Spinetta, Bjork, Radiohead, Prince, Stevie Wonder y Gustavo Cerati entran en esa selecta lista de artistas que, como el vino, simplemente suenan mejor con el paso del tiempo.
En cuanto al cine, Woody Allen, Javier Bardem, Meryl Streep, Phillip Seymour Hoffman, Juliette Binoche y Sean Penn estarían en esa lista de artistas que nos deleitan con el esplendor de su madurez.
Resulta interesante hacerle seguimiento a los músicos y a los cineastas. A cualquier artista, en general. Notar su crecimiento, identificar sus cambios, evaluar sus experimentos, analizar sus aciertos y fracasos.
Encuentro fascinante escuchar el nuevo disco de una banda que me guste. Creo que espero inconcientemente a que me sorprendan, a que superen mis expectativas, pero que a la vez mantengan ese sonido que en un principio logró seducirme.
Aunque me atrevería a decir que, en muchos casos, los grupos y cineastas nos ofrecen lo mejor de su talento al principio de sus carreras, cada vez que escucho un disco nuevo o veo una película nueva de ellos, espero que ese sea el mejor trabajo de sus carreras.
En esa esperanza apoyamos nuestra fe en que el arte, con el paso del tiempo, siga deslumbrándonos con sus hermosos intentos visuales y sonoros de explicarnos a los seres humanos.
Comments
Un abrazo
Los primeros discos son los mejores, y creo que más que por un asunto de la pureza del artista, es por un asunto de hambre.
Hace tiempo, escribí algo similar después de haber visto Rocky:
http://www.afinidades.org/archivo/63
Saludos. Excelente blog.