Las (nuevas) formas de escuchar música
Jonathan Berger, compositor y profesor de la Universidad de
Stanford, realizó un estudio a lo largo de ocho años que consistía en
reproducirle, a una muestra de sus estudiantes (en su mayoría jóvenes), una
canción en distintos formatos -CD, Vinyl y MP3. La premisa de dicha encuesta
era sencilla, pero pronto se sabría reveladora: ¿cuál de estos formatos
preferían escuchar los encuestados? Una abrumadora mayoría prefería el sonido
del iPod por encima de otros medios de comprobada mayor calidad sonora. No sólo
sus estudiantes no consideraron al MP3 como algo de baja calidad, sino que la
tendencia de preferencia por este formato aumentó conforme pasaban los años que
duró dicho estudio.
Los resultados de este estudio, aunque alarmantes, no sorprenden. Los jóvenes han crecido en un ambiente dictado por avances tecnológicos ajenos a previas generaciones. La omnipresencia de dispositivos electrónicos portátiles determina a la vez un estilo de vida que incluye a una experiencia auditiva portátil, siendo el iPod su máximo estandarte.
A principios del siglo XX, la música que se escuchaba provenía de conciertos de cámara, recitales de ópera y de música clásica. Pocas familias contaban con la fortuna de tener un piano en sus casas para musicalizar sus veladas. En ese entonces, la música se escuchaba en directo.
En la década de los 30, con la aparición de los primeros reproductores de música y de la radio, la música comenzaría a ser reproducida por artefactos eléctricos. La familia se reunía entera a escuchar grabaciones o conciertos en vivo transmitido por estaciones de radio. La música comenzaría entonces a experimentarse a través de altavoces.
Con la consolidación del LP, la música sería experimentada de manera un poco más individual. Los reproductores de vinyl, al hacerse más económicos y accesibles, ya no se encontraban exclusivamente en la sala de la casa. No era extraño que algún miembro de la familia lo tuviera en su cuarto. Esto hizo que la experiencia auditiva comenzara a perder mucho de su colectividad para convertirse en un encuentro más individual.
La aparición del Walkman, inventado por Sony en 1979, redefiniría para siempre el acto de escuchar música. Para ese entonces ya existían audífonos que hacían posibles una experiencia más íntima, pero el tamaño y la practicidad de este nuevo dispositivo le añadiría a la experiencia auditiva una cualidad mucho más íntima.
Una década luego vería el nacimiento del CD y, consecutivamente, del Discman. La digitalización de la música le añadiría más control al oyente. Este dispositivo facilitaría enormemente la opción de controlar lo que el oyente quería en efecto escuchar: cambiar de manera manual la posición de la aguja en el LP, y adelantar o retroceder en el cassette se vería reemplazado por un solo botón en el Discman.
La aparición del iPod en el año 2001 revolucionaría profundamente el acto de escuchar música. El impacto de este nuevo dispositivo tuvo mucho más fuerza que sus antecesores. La revolución tendría como base el almacenamiento de memoria. (El iPod no es más que un disco duro pequeño.) Sin embargo, la memoria implicaría un aspecto importante e inédito para la nueva experiencia auditiva: la compresión.
El MP3 de una canción no es más que una versión reducida de esa misma canción en un CD. Dicha reducción se basa en términos de resolución. Lo que se gana en términos de almacenamiento se traduce en pérdidas de calidad sonora. La filosofía del iPod podría resumirse en: "más espacio, menos calidad."
La preferencia de los jóvenes por escuchar una versión desmejorada de la música arrastra serias repercusiones en términos de tecnología. Muchos ingenieros de mezcla han alzado válidos gritos de protesta: su ocupación de refinar los sonidos mediante jornadas intensas de trabajo y la utilización de equipos muy costosos, se siente cada vez menos relevante.
De todas formas, lo que valdría la pena destacar acá es la omnipresencia que tiene la música en el estilo de vida de los jóvenes de la actualidad. El hecho de poder cargar en tu bolsillo miles de canciones y de poder escucharlas mientras caminas o vas en el Metro dice mucho del interés de los jóvenes por escucharlas cuando les sea posible, y también dice mucho de la importancia que tiene la presencia de la música en su día a día.
Asimismo, como la historia misma ha registrado en numerosas tendencias tecnológicas, la sociedad parece comportarse de manera pendular: justo cuando parece decantarse por la peor calidad sonora como se evidencia al comienzo de esta nota, ella misma también comienza por acercarse a otros medios que proporcionen una mejor experiencia auditiva: el 2011 ha sido el año que ha registrado más ventas de vinyl en este milenio que apenas comienza.
La cultura de escuchar música, aunque disminuida en términos de calidad, ha visto un repunte exponencial en términos de cantidad gracias a las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías del sonido. Si bien la excesiva compresión del audio merece una profunda evaluación por parte de instituciones especializadas que deben ocuparse de tomar decisiones determinantes respecto a esta situación, no debe dejar de celebrarse el hecho de que la música esté presente más que nunca en nuestras vidas.
Los resultados de este estudio, aunque alarmantes, no sorprenden. Los jóvenes han crecido en un ambiente dictado por avances tecnológicos ajenos a previas generaciones. La omnipresencia de dispositivos electrónicos portátiles determina a la vez un estilo de vida que incluye a una experiencia auditiva portátil, siendo el iPod su máximo estandarte.
A principios del siglo XX, la música que se escuchaba provenía de conciertos de cámara, recitales de ópera y de música clásica. Pocas familias contaban con la fortuna de tener un piano en sus casas para musicalizar sus veladas. En ese entonces, la música se escuchaba en directo.
En la década de los 30, con la aparición de los primeros reproductores de música y de la radio, la música comenzaría a ser reproducida por artefactos eléctricos. La familia se reunía entera a escuchar grabaciones o conciertos en vivo transmitido por estaciones de radio. La música comenzaría entonces a experimentarse a través de altavoces.
Con la consolidación del LP, la música sería experimentada de manera un poco más individual. Los reproductores de vinyl, al hacerse más económicos y accesibles, ya no se encontraban exclusivamente en la sala de la casa. No era extraño que algún miembro de la familia lo tuviera en su cuarto. Esto hizo que la experiencia auditiva comenzara a perder mucho de su colectividad para convertirse en un encuentro más individual.
La aparición del Walkman, inventado por Sony en 1979, redefiniría para siempre el acto de escuchar música. Para ese entonces ya existían audífonos que hacían posibles una experiencia más íntima, pero el tamaño y la practicidad de este nuevo dispositivo le añadiría a la experiencia auditiva una cualidad mucho más íntima.
Una década luego vería el nacimiento del CD y, consecutivamente, del Discman. La digitalización de la música le añadiría más control al oyente. Este dispositivo facilitaría enormemente la opción de controlar lo que el oyente quería en efecto escuchar: cambiar de manera manual la posición de la aguja en el LP, y adelantar o retroceder en el cassette se vería reemplazado por un solo botón en el Discman.
La aparición del iPod en el año 2001 revolucionaría profundamente el acto de escuchar música. El impacto de este nuevo dispositivo tuvo mucho más fuerza que sus antecesores. La revolución tendría como base el almacenamiento de memoria. (El iPod no es más que un disco duro pequeño.) Sin embargo, la memoria implicaría un aspecto importante e inédito para la nueva experiencia auditiva: la compresión.
El MP3 de una canción no es más que una versión reducida de esa misma canción en un CD. Dicha reducción se basa en términos de resolución. Lo que se gana en términos de almacenamiento se traduce en pérdidas de calidad sonora. La filosofía del iPod podría resumirse en: "más espacio, menos calidad."
La preferencia de los jóvenes por escuchar una versión desmejorada de la música arrastra serias repercusiones en términos de tecnología. Muchos ingenieros de mezcla han alzado válidos gritos de protesta: su ocupación de refinar los sonidos mediante jornadas intensas de trabajo y la utilización de equipos muy costosos, se siente cada vez menos relevante.
De todas formas, lo que valdría la pena destacar acá es la omnipresencia que tiene la música en el estilo de vida de los jóvenes de la actualidad. El hecho de poder cargar en tu bolsillo miles de canciones y de poder escucharlas mientras caminas o vas en el Metro dice mucho del interés de los jóvenes por escucharlas cuando les sea posible, y también dice mucho de la importancia que tiene la presencia de la música en su día a día.
Asimismo, como la historia misma ha registrado en numerosas tendencias tecnológicas, la sociedad parece comportarse de manera pendular: justo cuando parece decantarse por la peor calidad sonora como se evidencia al comienzo de esta nota, ella misma también comienza por acercarse a otros medios que proporcionen una mejor experiencia auditiva: el 2011 ha sido el año que ha registrado más ventas de vinyl en este milenio que apenas comienza.
La cultura de escuchar música, aunque disminuida en términos de calidad, ha visto un repunte exponencial en términos de cantidad gracias a las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías del sonido. Si bien la excesiva compresión del audio merece una profunda evaluación por parte de instituciones especializadas que deben ocuparse de tomar decisiones determinantes respecto a esta situación, no debe dejar de celebrarse el hecho de que la música esté presente más que nunca en nuestras vidas.
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