Una mesa más, dos solitarios menos (VI)


En estos días que estuve de visita en Caracas compartí una mesa con Martín: un español que lleva más de veinte años viviendo en Venezuela. A lo largo de nuestra conversación Martín me ofreció sabios consejos de una manera muy madrileña: tosca, pero ciertamente generosa. Acá comparto con ustedes un recuento de nuestro diálogo.


Martín (M): Me puedo sentar acá, ¿no es cierto?

Victor (V): Sí.

M: Es que acá nunca hay mesas libres. A esta hora el Centro Plaza se pone insoportable.

V: Sí, tiene razón.

M: Aunque bueno, la verdad es que toda Caracas está insoportable. No sé cómo hace la gente para vivir acá.

V: Fíjese que yo me lo pregunto mismo.

M: Ah, tú no vives acá entonces…

V: No, ahora, no. Nací y viví por mucho tiempo aquí, pero ahora vivo en Buenos Aires. Estoy en Caracas de vacaciones.

M: ¿Y qué te parece la ciudad? ¿Cómo la ves?

V: Caótica, pero no sé, también tiene su encanto. Aunque me imagino que lo puedo decir porque no me tengo que calar este desorden todo el tiempo. Usted sabe cómo los emigrantes podemos a veces idealizar nuestra tierra.

M: No pasa nada. Igual me pasa a mí con España. Llevo más de veinte años viviendo acá y cada vez que la visito me parece que está de puta madre, pero claro, que mi visión no es para nada objetiva, ya lo ves.

V: ¿De dónde es?

M: Pues de Madrid, que como ciudad es impresionante, pero que cada vez está más snob que nunca. La maldición de las capitales: que se creen que son la tapa del frasco cuando no lo son. Las capitales y su soberbia.

V: A mí me encantó Madrid.

M: ¿Pero cómo no te va a gustar? Si ya te dije que es una ciudad tremenda. Aunque creo que ya no podría vivir allá.

V: ¿Por qué lo dice?

M: Bueno porque ya hice mi vida acá. Además, cuando regreso me siento cada vez menos español. No sé si te pasa a ti, pero cuando voy allá mi familia me dice que hablo venezolano, y cuando estoy acá todo el mundo me dice gallego. Pues la verdad que al final como que no soy de ningún lado, que estoy como en un limbo.

V: Justamente creo que acaba de describir cómo me he sentido a veces. Ya llevo tres años viviendo fuera y la sensación de desarraigo por momentos me preocupa. Sé que soy de Caracas, y la amo, o sea, Caracas es mi ciudad, pero siento que hay partes de ella que ya no son mías o que la verdad no sé si alguna vez llegaron a ser mías. No sé, es raro todo esto que acabo de decir y la verdad que no lo culpo si no me entiende.

M: Pues la verdad que no ha quedado muy claro, ¿a qué te refieres con eso?

V: Bueno que es difícil identificarse con una ciudad con tanta violencia. Y ojo, no me refiero sólo a la que mata a tantas personas todos los días, que en efecto es lo más grave de todo, sino que también me refiero a la violencia que está en el irrespeto, en el abuso, en la mala educación. Mire, acá cuando vivía en Caracas y ahora también cuando la visito, yo me la paso en la calle, ¿sabe? Recorro la ciudad a pie, me monto en Metro, me monto en camioneticas, me la paso en panaderías tomando café,  siempre escuchando a la gente, y creo que nunca había sentido un total desprecio hacia el otro en la calle como en estos días. Y eso, más que molestarme, a mí más bien me entristece. Yo amo a Caracas y cuando estoy fuera la extraño profundamente, pero es difícil querer y extrañar a una ciudad donde todas estas cosas también pasan.

M: Hombre, que por supuesto que te entiendo. ¿Y siempre has vivido allá en Buenos Aires?

V: No, también viví en Nueva York.

M: Ah, pero por eso es que estás tan confundido. ¡No has podido irte a vivir a sitios más distintos, tío! Además, Caracas está muy mal, así que es normal que no te identifiques con eso. Escúchame esto, ¿eh? Yo me pasé muchos años debatiéndome si soy de acá o de allá, pero al final no tiene sentido preocuparse por esas cosas. Uno hace su vida en el lugar donde está, y punto. ¿Y te piensas quedar viviendo allá?

V: No lo sé, la verdad. Buenos Aires me gusta mucho, y la gente ha sido muy buena conmigo, pero me cuesta ver lo de echar raíces allá. Se me hace difícil planificar a largo plazo, y más en un lugar con un parecido, al menos político, tan fuerte con lo que está pasando acá.

M: Bueno, pero es que Argentina siempre ha sido inestable, tío. Con pocas excepciones, Latinoamérica ha estado, está y estará inmersa en crisis.

V: Sí, pero lo que está pasando en Argentina ya lo vi acá, y no me gusta.

M: Entonces no te quedes, ya está.

V: Ojalá fuese tan sencillo como usted lo pone.

M: Pero es que no tiene nada de complicado. ¿Vives con alguien por allá? ¿Estás casado? ¿Tienes hijos?

V: No.

M: ¡Entonces estás libre de hacer lo que quieras, tío! No lo pienses mucho. Ustedes los venezolanos se enrollan mucho, joder.

V: Me gustaría contradecirlo, pero no puedo.

M: No pasa nada, estás joven, estás en una edad en donde te puedes equivocar, así que no te hagas problema. Eso sí, que perder tiempo en confusiones no tiene nada de bueno, ¿eh?, lo que tienes que hacer es decidir algo y ya está. Al final decidir no es más que intentarlo, que es mejor que no hacer nada. Que te lo digo yo que me vine de España persiguiendo a una venezolana y mal no me ha ido, ¿eh? Pero eso no se piensa mucho, se hace, y luego se ve si estuvo mal o bien. Y si estuvo mal, al menos lo intentaste, joder, que no pasa nada. Lo peor que puedes hacer es no hacer nada. Eso sí que está mal. Como te digo, ahora no te preocupes, estás joven y te puedes equivocar; es más, decide equivocarte, que algo bueno ya saldrá. Igual nada es fácil. Joder, que en esta vida nada es fácil. Que te lo digo yo que al principio no me fue bien acá en Venezuela, pero que la familia de mi mujer me ayudó mucho, ¿eh? Y eso siempre se lo agradeceré a este país, que me ayudó cuando yo no tenía nada que ver acá. Así que ahí lo tienes: nada del otro mundo. Equivócate y resuelve, que por cierto, es una palabra muy venezolana esa, ¿no? El venezolano, y más aun cuando está afuera así como tú, resuelve. Así que no te hagas problema, tío.

V: Gracias por su consejo. Lo aprecio bastante.

M: Pero si no te he dicho nada nuevo, hombre. Eso sí: decídete ya, ¡que cada día que pasa te haces menos joven!


Acá puedes leer las primeras cinco entregas de esta serie:

Una mesa más, dos solitarios menos (I)

Una mesa más, dos solitarios menos (II)

Una mesa más, dos solitarios menos (III)

Una mesa más, dos solitarios menos (IV)

Una mesa más, dos solitarios menos (V)

Comments

Anonymous said…

El viejecillo fue muy claro y revelador... COME BACK HOME! GDI!

Te amo
Ana Sosa M. said…
vic, me encanto!!!!! me siento identificada 100%.

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