Jay Z ya no puede hacer buena música
Jay Z es, para muchos, el mejor rapero de la historia. Ese juicio, como todos, es subjetivo y mucho más que discutible. El único hecho que quizá no admita dudas es que Jay Z es uno de los artista de hip-hop más exitosos de todos los tiempos: cada uno de sus discos ha ocupado el primer puesto de ventas en los Estados Unidos, logro que no ha sido alcanzado por ningún otro representante del género. Los números que resumen su carrera también son impresionantes: ha vendido más de 50 millones de copias y ganado un total de 17 premios Grammy.
Sus discos The reasonable doubt, The blueprint y The black album pertenecen a la lista de mis discos favoritos de hip-hop. En otras palabras, yo admiro mucho a Jay Z y no cuestiono su legado como de una de las personalidades más influyentes en la música negra de los últimos veinte años.
Lo que aspiro con este post es argumentar por qué Jay Z es incapaz de editar material que esté a la altura de la propuesta que lo propulsó como uno de los grandes.
Esta reflexión surgió luego de escuchar varias veces su último disco: Magna Carta Holy Grail (2013), un álbum que en mi opinión es inconsistente, y por ende, decepcionante. Creo que lo que más me frustra no sólo es la evidente disminución del talento narrativo de Jay Z en sus líricas, sino que la producción incluyó otras luminarias del hip-hop que admiro profundamente: Timbaland, Swizz Beats, The-Dream, Pharrell y Beyoncé.
Considerando que su penúltimo disco como solista, The blueprint 3, resultó ser también bastante irregular (tanto para mí como para muchos críticos y seguidores) no puedo evitar por preguntarme: ¿qué le pasó a Jay Z? ¿qué le pasó al que muchos consideran como el más grande del hip-hop?
Mi tesis es que Magna Carta Holy Grail no es un gran disco simplemente porque Jay Z ya no puede hacer buena música, algo que quizá sea consecuencia de su propia prominencia y sus enormes ambiciones. Hace tiempo que Shawn Carter dejó de ser exclusivamente un rapero para embarcarse en otras motivaciones fundamentalmente centradas en el negocio: es presidente de su propia disquera, maneja una colección de ropa, un conglomerado mediático y recientemente también incursionó en el negocio de la representación de atletas.
Y digo todo esto consciente de que ha sido de ofrecer excelente material en años recientes: The black album (2001), American gangster (2007) y su disco en conjunto con Kanye West: Watch the throne (2011). Sin embargo, creo que estas placas respondieron a circunstancias bien particulares. En el caso del primer álbum, esta producción iba a ser supuestamente su despedida del hip-hop, así que es muy probable que Jay Z haya decidido invertir un gran esfuerzo por intentar que su último material fuera de gran calidad. En el caso del soundtrack para la película del mismo nombre, Jay Z también se encontraba en una situación particular: la elaboración de un álbum inspirado en una película. En el caso de su trabajo con Kanye, la colaboración que se establece entre ellos es evidentemente fructífera. (La participación de Jay Z en el tema Monster del Dark twisted fantasy de Kanye es notable.)
Jay Z pareciera estarse aproximando a otra etapa en su carrera, una decididamente más enfocada en el ramo empresarial. Es posible que por eso mismo haya sido tan criticado por la iniciativa que llevó adelante con Samsung para vender su último disco a través de una aplicación en esos teléfonos. Mi opinión respecto a este tema es que la industria musical debe encontrar una manera de seguir siendo rentable haciéndole frente a la piratería. En ese sentido, aplaudo que personalidades influyentes como Jay Z decidan arriesgarse a probar nuevas movidas, incluso cuando al final no resulten tan exitosas.
El olfato de Jay Z para firmar nuevos talentos se mantiene impecable. En el segundo semestre del año, las producciones editadas por los artistas que ha firmado su disquera, como J Cole, Wale y Kanye, han estado alternándose el primer lugar de las carteleras.
Pero su carrera como músico, basado en sus más recientes entregas deja mucho que desear. Y esto es frustrante para personas como yo que esperan, quizá ingenuamente, que siga a la altura de lo que ha sabido ofrecernos en el pasado.
Me temo que tanto su propio status de leyenda como de ambicioso empresario es lo que lo ha llevado a una lamentable coyuntura personal: ésa donde es prácticamente imposible poder seguir haciendo buena música.
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