Fukuro Noodle Bar: una experiencia de sabores, detalles y atención
Gracias
a Vicky -una amiga que estuvo obsesionada por unas cuantas semanas por comer buen
Ramen en Buenos Aires- anoche fui a comer en Fukuro Noodle Bar (Costa Rica 5514).
Desde que entré al lugar supe que estaba por disfrutar de una experiencia gastronómica
excepcional.
Lo primero que nos llamó la atención fue que, como lo indica su nombre, en Fukuro no hay mesas, sino que los comensales deben sentarse en taburetes que está dispuestos en un bar en forma de L. La tenue iluminación revela una atmósfera intimista que incluye, entre otras cosas, cierta iconografía inspirada en el street art y la obra de Takashi Murakami.
De entrada pedimos unos Dumplings #PiggyStyle (cocidos al vapor, rellenos de cerdo, akusay, ajo y jengibre). Los dumplings vinieron servidos en un fino envase circular: el primer indicio de que la presentación de los platos tenga quizá tanta importancia como los platos mismos. En este sentido, la estética del lugar es elocuente de una refinada atención al detalle.
Para beber, pedimos unas pintas de Broeders Artesanal Golden, una elección que resultó apropiada para los platos que pronto degustaríamos, dado el cuerpo de la cerveza y la frescura que provee como compensación a los platos calientes que ordenamos luego.
Como plato fuerte pedimos unos Ramen Noodles #KeepItRealRamen de cerdo, (servidos en un broth a base de cerdo, hongos shitake, brotes de soja, cebollas de verdeo, huevos poché y semillas de sésamo tostadas). La porción fue generosa y la mezcla de sabores ciertamente deliciosa. Las hebras de cerdo en particular le otorgaron un gusto fuerte que contrastaba con el sabor un tanto más ligero de los noodles y el rico caldo. (El bocado del huevo poché bien pudiera considerarse como lo estelar de este plato.)
De postre pedimos una Cookies & Milk (galletas de copos de cereal, chispas de chocolate y malvaviscos, acompañadas de vaso de leche “saborizada”). Vale destacar, una vez más, la presentación de este postre: las galletas vinieron servidas dentro de una bonita lata con la figura de un panda. A sugerencia de Matías, el amable mesero que nos atendió, mojamos las galletas en la leche. El resultado: un contraste de sabores y texturas que cerró con broche de oro una cena cargada de sabor y sofisticación.
La atención de Fukuro, a cargo de Matías, también nos pareció extraordinaria. Nos explicó con detalles las preguntas que le hicimos y también nos describió el exhaustivo proceso de estudio que llevó a cabo, en ciudades como Nueva York y Washington, para poder brindarles lo mejor de la comida japonesa al exigente público de Palermo Hollywood.
Al final salimos del lugar complacidos por la comida, la atención y la vista que disfrutamos en nuestra velada. Fukuro Noodle Bar es una esmerada iniciativa que resalta por su oferta y calidad en una escena gastronómica de por sí competitiva y que quizá se decante demasiado hacia gustos más tradicionales.
Si quieren disfrutar de una experiencia que no sólo complazca sus ansias gastronómicas sino que también termine por acariciarles sus otros sentidos, acá en La vida es una nota les recomendamos fuertemente la extraordinaria propuesta de Fukuro Noodle Bar.
Lo primero que nos llamó la atención fue que, como lo indica su nombre, en Fukuro no hay mesas, sino que los comensales deben sentarse en taburetes que está dispuestos en un bar en forma de L. La tenue iluminación revela una atmósfera intimista que incluye, entre otras cosas, cierta iconografía inspirada en el street art y la obra de Takashi Murakami.
De entrada pedimos unos Dumplings #PiggyStyle (cocidos al vapor, rellenos de cerdo, akusay, ajo y jengibre). Los dumplings vinieron servidos en un fino envase circular: el primer indicio de que la presentación de los platos tenga quizá tanta importancia como los platos mismos. En este sentido, la estética del lugar es elocuente de una refinada atención al detalle.
Para beber, pedimos unas pintas de Broeders Artesanal Golden, una elección que resultó apropiada para los platos que pronto degustaríamos, dado el cuerpo de la cerveza y la frescura que provee como compensación a los platos calientes que ordenamos luego.
Como plato fuerte pedimos unos Ramen Noodles #KeepItRealRamen de cerdo, (servidos en un broth a base de cerdo, hongos shitake, brotes de soja, cebollas de verdeo, huevos poché y semillas de sésamo tostadas). La porción fue generosa y la mezcla de sabores ciertamente deliciosa. Las hebras de cerdo en particular le otorgaron un gusto fuerte que contrastaba con el sabor un tanto más ligero de los noodles y el rico caldo. (El bocado del huevo poché bien pudiera considerarse como lo estelar de este plato.)
De postre pedimos una Cookies & Milk (galletas de copos de cereal, chispas de chocolate y malvaviscos, acompañadas de vaso de leche “saborizada”). Vale destacar, una vez más, la presentación de este postre: las galletas vinieron servidas dentro de una bonita lata con la figura de un panda. A sugerencia de Matías, el amable mesero que nos atendió, mojamos las galletas en la leche. El resultado: un contraste de sabores y texturas que cerró con broche de oro una cena cargada de sabor y sofisticación.
La atención de Fukuro, a cargo de Matías, también nos pareció extraordinaria. Nos explicó con detalles las preguntas que le hicimos y también nos describió el exhaustivo proceso de estudio que llevó a cabo, en ciudades como Nueva York y Washington, para poder brindarles lo mejor de la comida japonesa al exigente público de Palermo Hollywood.
Al final salimos del lugar complacidos por la comida, la atención y la vista que disfrutamos en nuestra velada. Fukuro Noodle Bar es una esmerada iniciativa que resalta por su oferta y calidad en una escena gastronómica de por sí competitiva y que quizá se decante demasiado hacia gustos más tradicionales.
Si quieren disfrutar de una experiencia que no sólo complazca sus ansias gastronómicas sino que también termine por acariciarles sus otros sentidos, acá en La vida es una nota les recomendamos fuertemente la extraordinaria propuesta de Fukuro Noodle Bar.
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