Salir
Uno de los mejores consejos que he recibido en mi vida me lo dio un músico. No recuerdo su nombre, pero sí que era dominicano y que tocaba bajo en un grupo de bachata.
Yo estaba recién llegado a Nueva York, y en lo que él supo eso sintió el
impulso de regalarme palabras llenas de una inmensa sabiduría:
“No te quedes en tu casa, Victor. En Nueva York las cosas, o mejor dicho: la
vida, pasa afuera.”
En ese momento yo sólo salía de mi apartamento en Harlem por las mañanas para
ir al instituto donde estudiaba. Por las tardes volvía a casa, bien sea para
estudiar, trabajar en alguna tarea o simplemente para ver cosas en internet.
Luego de escuchar ese consejo, decidí pasar las tardes afuera, allí donde “la vida pasa”. En ese sentido Nueva York es una
ciudad muy generosa: siempre hay algo por hacer, siempre hay un nuevo sitio por
conocer.
Una de esas tardes fui a un café en Williamsburg. El mesero que me atendió me
preguntó de dónde era, y yo le dije que de Venezuela. Él me dijo que había
tenido una novia venezolana, que le agradaba mucho la gente de ese país. También
me preguntó si era escritor, pues me había visto muy concentrado tecleando en
mi computadora. Yo le dije que sí, pero que en ese momento estaba buscando trabajo.
Él me dio el dato de una página web donde se publicaban vacantes.
Enseguida busqué la página y empecé a enviar CV’s. La semana siguiente obtuve
una entrevista para una pasantía en una compañía en Brooklyn. Y tan sólo unos
días después me avisaron que había sido seleccionado.
De ahí en adelante hice varias pasantías y eventualmente fui contratado para trabajar
en varias organizaciones. Ese fue el comienzo de los dos mejores años,
profesionalmente hablando, que he tenido en mi vida.
Si no hubiese ido a ese café esa tarde y no me hubiese enterado de esa página
web… Bueno, no sé, las cosas quizá hubieran sido muy distintas.
Una de las peores semanas que viví en Nueva York fue cuando terminé el curso y
casualmente también terminé de trabajar en un par de pasantías. La ansiedad se
instaló: no tenía nada qué hacer. Volví a buscar trabajo por varios días, pero
sin éxito. Me sentí tan pesimista que hasta pensé en irme de Nueva York. Sin
embargo, en ese momento recordé el consejo del dominicano y volví a salir.
Fui a un evento del Festival de Cine de Tribeca y me conseguí con un chamo que
había estudiado conmigo. En lo que me acerqué para saludarlo me preguntó qué
estaba haciendo. Le dije que nada. Él me dijo que necesitaba ayuda en el
festival, así que me incorporé al grupo de voluntarios y viví una semana
increíble: en esos días también me avisaron que había sido seleccionado para la
pasantía que me llevó a tener el mejor trabajo que he tenido en mi vida.
La vida, en efecto, pasa afuera. Y justamente les escribo esto porque en estos
días me acordé de ese maravilloso consejo que me dio el dominicano al ver el
capítulo final del programa No
reservations de Anthony Bourdain. Antes de despedirse, Bourdain ofreció
este sabio consejo:
“Muévanse, tan lejos como puedan, tan seguido como puedan. ¡Levántense del sofá
y muévanse!”
Lo que aspiro escribiéndoles este post es motivarlos de corazón a que salgan, a
que vayan tras esa vida posible que sólo habita tras el umbral de las puertas
de nuestros hogares:
Afuera, allá donde la vida pasa.
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