¡Joyeux anniversaire, Maestro!
Hoy cumple 90 años Pierre Boulez, el que quizá sea el músico vivo más importante del siglo XX. No exagero: Boulez es un auténtico titán que conmocionó la música académica gracias a un talento extraordinario, un discurso visceralmente implacable, notables emprendimientos culturales y una excepcional habilidad de interpretar el repertorio contemporáneo.
Bajo la tutela de maestros como Olivier Messiaen y René Leibowitz, Boulez comenzó a interesarse por el dodecafonismo mostrando desde temprana edad que siempre fue un artista de su tiempo. Aunque en ocasiones parecía adelantársele gracias a su absoluta convicción por las vanguardias.
A medida que sus primeras composiciones ganaban notoriedad, Boulez se erigió como una de las figuras más prominentes de la música de la post-guerra, recurriendo la abstracción y la experimentación como medios para recomponer a una Europa devastada. Esta privilegiada posición lo pondría en contacto -y luego lo enemistaría- con personajes importantes de la época como Berio, Cage, Nono y Stockhausen: estandartes de lo que se conoció como la Escuela de Darmstadt.
A medida que sus primeras composiciones ganaban notoriedad, Boulez se erigió como una de las figuras más prominentes de la música de la post-guerra, recurriendo la abstracción y la experimentación como medios para recomponer a una Europa devastada. Esta privilegiada posición lo pondría en contacto -y luego lo enemistaría- con personajes importantes de la época como Berio, Cage, Nono y Stockhausen: estandartes de lo que se conoció como la Escuela de Darmstadt.
Su talento como compositor no fue lo único que lo destacó en la escena musical, pues su perfil de gestor cultural también se puso de manifiesto en el que quizá sea su mayor legado institucional: la fundación del IRCAM, un laboratorio que fomenta la experimentación en la música electrónica. Boulez también fundó el ensemble intercontemporain, una estupenda pequeña orquesta de cámara dedicada a interpretar joyas de la música compuesta en estos tiempos.
Los 70 significaron la consagración de Boulez como director de orquesta, pues tomó la batuta de orquestas como la Cleveland Orchestra y la New York Philharmonic, un mandato diametralmente opuesto a ese epítome de la popularidad que consiguió su predecesor Leonard Bernstein. Boulez se dedicó a desafiar el establishment neoyorquino programando piezas difíciles e inaccesibles, esforzándose por despojar de solemnidad a la música clásica organizando los “rug concerts”: conciertos donde las butacas fueron reemplazadas por alfombras, poniendo al público a la misma altura que los músicos de la orquesta.
El excepcional talento como intérprete de Boulez ha quedado registrado en magníficas grabaciones (laureadas con 26 Grammys). En mi opinión, las piezas de Ravel, Debussy y Stravinsky reciben lecturas esencialmente galas: elegantes, claras, exquisitas. (Añadiría también las versiones de las sinfonías 6 y 7 de Mahler.)
El carácter contestatario es el que mejor define a la figura monumental de Boulez. Su verbo incendiario lo llevó a enfrentarse con antiguos profesores y amigos como Messiaen, Stravinsky, Cage y Schoenberg. En esta inclemente cruzada, Boulez siempre se esmeró únicamente por poner al frente y por encima de todo a la música.
Boulez afirmaba que había que bombardear a los teatros de ópera, que el compositor que no sintiera al serialismo como una necesidad era un inútil, que todo el arte del pasado (incluida La Mona Lisa) tenía que ser destruido; cuando era joven abucheó conciertos de Stravinsky y saboteó presentaciones de su antiguo mentor Messiaen. Boulez era el Kanye West de la música clásica: increíblemente talentoso, odiado por muchos pero indiscutiblemente influyente.
Esa lengua irascible se ha calmado con los años, pero sólo un poco: en la última entrevista concedida al New York Times, Boulez afirmaba que el rol del músico era provocar; que si sólo se tocaba música para un concierto más no era música, era marketing. Boulez también declaró que el que quisiera tener una vida interesante tenía que esforzarse. “Me sorprende que la gente no sea más creativa en estos días, y cuando digo más creativa me refiero a que no se exijan más a sí mismos. Tú nunca tendrás resultados si no estás peleando.”
Boulez es un tipo difícil que hace música difícil. No hay testimonio más elocuente e inspirador de la dificultad como preludio para la grandeza que su fascinante vida y su trascendental legado.
¡Gracias por desafiarnos, Maestro! ¡Felices 90!
¡Gracias por desafiarnos, Maestro! ¡Felices 90!
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