Música (feliz) adolescente



En estos días estaba escribiendo en un bar y de repente empezó a sonar Break stuff de Limp Bizkit. Tenía años sin escuchar el tema, pero desde el mismo instante en que lo hice mi mente se trasladó al contexto asociado a él: quinto año de bachillerato, playa, cervezas, jodedera con mis amigos del liceo, días felices.

Al salir del lugar no podía dejar de tararear la canción: se me había instalado en la cabeza. Llegué a casa, la descargué y la guardé en mi celular. En lo que la reproducía, mi mente sacaba a colación la música de bandas de esa época: Green Day, Korn, Deftones, Pantera, Marilyn Manson, Blink-182, etc.

Decidí entonces buscar esas canciones que escuchaba en mi adolescencia para pasarlas a mi celular. Así empecé a andar por la ciudad escuchando toda esa música.

No sólo me sorprendía que, incluso cuando tenía años sin escuchar esos temas, aún me sabía todas esas letras, sino que también cierta emoción se apoderaba de mí cuando los escuchaba. Era como una energía ingenua, elocuente de cómo me sentía en esa época.

En estos tiempos en los que el esnobismo y el cinismo abundan en las redes sociales, he leído cómo muchos conocidos -de la misma edad que yo- reniegan de esos grupos que escuchaban cuando eran más jóvenes. Prefieren enorgullecerse de gustos más sofisticados y socialmente aprobados como Radiohead, Bjork, Arcade Fire, o cualquier otra agrupación que haga música más seria.

La evolución de mi gusto musical ha sido bastante amplia. Ya no escucho con regularidad a los grupos de nu-metal, grunge o metal que tanto me gustaban antes, pero eso no quiere decir que me arrepienta o sienta vergüenza por haberlo hecho en algún momento. Simplemente no puedo hacerlo.

Me explico: esa música reflejó mi vida en esa época. Por mucho que me hubiese gustado haber descubierto a Bowie, Stravinsky o la Segunda Escuela de Viena en edades más tempranas, esos fueron los grupos que sedujeron mis oídos en esa temprana edad.


Yo no puedo arrepentirme de que me gustaran esos grupos: la felicidad que sentía al escucharlos fue tan genuina como la felicidad a la que ellos le pusieron música.

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