Anthony Bourdain marcó mi vida


Alrededor del 2005, mientras hacía zapping en una noche aburrida di con un programa en el canal Travel and Living. Su conductor me cayó mal: me pareció el típico new yorker que dice cosas deliberadamente chocantes. Sin embargo, hubo algo que me cautivó.

El tipo se llamaba Anthony Bourdain; y desde entonces, no dejé de verlo.

Si hay una etiqueta que pueda definir mi vínculo con Bourdain es la de “seguidor”. Creo que lo seguí al principio porque veía en él algo que yo no tenía: cierta franqueza, cierto coraje de probar -y vivir- situaciones temerarias. Y creo que lo seguí al final porque me di cuenta que compartía algunas cosas: una insaciable curiosidad por el mundo y su gente, una incontrolable ambición por moverme -y por aprender en cada movimiento.


Seguir a Bourdain marcó mi vida


Ver sus programas, en especial los más recientes de Parts unknown, me ayudaron a ganar conciencia sobre mis prejuicios y me impulsó a trabajar sobre mi tolerancia, iniciativas que han resultado muy importantes en los casi diez años que llevo como emigrante.

Gracias a Bourdain también aprendí a conocer una ciudad por su comida, por la gente que la hace, y por todas esas historias que cuentan esa fascinante cultura del comer.


Seguir a Bourdain me inspiró

Para alguien que ha llegado tarde a todo en la vida como yo, el hecho de que Bourdain haya conseguido el éxito a la “tardía” edad de 44 años me inspiró profundamente. Quizá porque me hizo sentir que siempre existe la posibilidad de lograr tus sueños -incluso cuando al principio tu vida estuvo plagada por los errores que cometiste.

La primera vez que leí Kitchen confidential me lo devoré en un par de días; y la segunda, lo hice como manual de supervivencia. Hace un par de años tuve el trabajo más intenso de mi vida (en gastronomía) y no exagero al afirmar que pude sobrellevarlo gracias a su lectura.


¿Cómo se alivia una ausencia?

Ahora que ya no está, reconozco que aunque extrañaré profundamente su extraordinaria forma de hacer televisión, lo que más me faltará es su constante invitación a que nos sentemos a conversar con “el otro”: ese con quien tenemos diferencias, ese a quien no entendemos, ese a quien incluso lleguemos a odiar.

Cuando perdemos a alguien quizá podamos encontrar consuelo pensando en cómo poner en práctica lo que aprendimos de esa persona. En este momento de mi vida, en el que estoy volviendo a comenzar, es justamente eso lo que más me inspira de su partida.


Gracias por todo, Tony.

Comentarios

Anónimo dijo…
Es asi, tanto apasionante como enigmàtica su vida e inesperada y sorpresiva su partida. Solo èl y Dios sabran por què tomò esa decisiòn, ahora soy yo la que me atrevo a hacerle un reclamo irreverente: No tenìas Tony derecho a irte asì, cuando todavìa tenìas que dejarle al mundo, mucho de ti. Te admirè y te admiro... no se si algun dia acepte la manera còmo te fuiste.

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