Comunicado de la butaca del cine
Lamentablemente en estos últimos días se me ha reducido considerablemente el placer de servir a la gente que, en mí, consigue el sostén para disfrutar de una buena película; o ¿porqué no?, de un momento de cariño -por cierto bastante económico- que encuentra complicidad en la poca luz -la más floja de mis colegas en el cine- que los envuelve.
Numerosas conversaciones periódicamente mantengo con uno de mis más preciados amigos, el suelo, quien posee la rara convicción de que se siente más decente que yo, por el hecho de servir de apoyo para las extremidades finales del cuerpo como lo son los pies y yo, por el otro lado, llevo a cabo mi rol de servir de soporte para la espalda y las “extremidades” -porque en ciertas personas bien pudiera representar eso- medias y traseras del cuerpo como lo son los glúteos.
Sin embargo, a diferencia de lo que muchos otros colegas refieren -dado el caso del honorabilísimo suelo- me encanta mi trabajo, el cual, dadas las condiciones actuales del país, se pudiera considerar como privilegio. Aunque debo admitir que, como todo trabajador, tengo mis días difíciles.
Señoras y señores con exceso de peso -traducido en altas proporciones de las nalgas, como también se les conoce a dichas partes del cuerpo- e individuos con problemas gástricos -traducidos en la producción de abundantes gases, muchas veces por culpa de otro de mis gremios compañeros, las cotufas- vienen a representar los pocos aspectos que le imprimen a mis jornadas de trabajo retos fuertes de soportar, pero que mi amor al arte suele diligentemente vencerlos y superarlos, sumándose a su vez para la experiencia que día a día voy formando.
“¿Y qué me dices de los noviecitos?”, me decía una viejita que gracias a la demencia senil y un toquecito de esquizofrenia una vez se dignó a hablar conmigo. Yo, llano y sincero, le respondí que a ellos los consideraba como una de mis grandes amistades ya que represento para ellos el instrumento y el ambiente de una cosa tan bonita como es el amor. Además, muchos de ellos tienen siempre la gran amabilidad de proporcionarme intervalos de descanso, ya que comúnmente utilizan sus manos para ayudar al soporte de las extremidades de su pareja. De manera que no; no representan, en lo absoluto, ningún problema a considerar sino más bien una muy oportuna ayuda.
Concluyendo el presente comunicado, les reitero que me produce mucho placer mi labor, aunque muchos piensen lo contrario. En adición a eso, me tomo el derecho de hacer también mis críticas, ¿por qué no? Sí me considero un objeto decente, más decente que mis otras colegas; como las butacas de Asambleas, Congresos, Tribunales y demás instituciones afines que, más que sostener, tienen que soportar el culo del ser humano como tal, es decir, el lado más lóbrego de la condición humana inherente a las personas que hondeando la banderas de la Política y la Justicia son capaces de ser una verdadera mierda.
Numerosas conversaciones periódicamente mantengo con uno de mis más preciados amigos, el suelo, quien posee la rara convicción de que se siente más decente que yo, por el hecho de servir de apoyo para las extremidades finales del cuerpo como lo son los pies y yo, por el otro lado, llevo a cabo mi rol de servir de soporte para la espalda y las “extremidades” -porque en ciertas personas bien pudiera representar eso- medias y traseras del cuerpo como lo son los glúteos.
Sin embargo, a diferencia de lo que muchos otros colegas refieren -dado el caso del honorabilísimo suelo- me encanta mi trabajo, el cual, dadas las condiciones actuales del país, se pudiera considerar como privilegio. Aunque debo admitir que, como todo trabajador, tengo mis días difíciles.
Señoras y señores con exceso de peso -traducido en altas proporciones de las nalgas, como también se les conoce a dichas partes del cuerpo- e individuos con problemas gástricos -traducidos en la producción de abundantes gases, muchas veces por culpa de otro de mis gremios compañeros, las cotufas- vienen a representar los pocos aspectos que le imprimen a mis jornadas de trabajo retos fuertes de soportar, pero que mi amor al arte suele diligentemente vencerlos y superarlos, sumándose a su vez para la experiencia que día a día voy formando.
“¿Y qué me dices de los noviecitos?”, me decía una viejita que gracias a la demencia senil y un toquecito de esquizofrenia una vez se dignó a hablar conmigo. Yo, llano y sincero, le respondí que a ellos los consideraba como una de mis grandes amistades ya que represento para ellos el instrumento y el ambiente de una cosa tan bonita como es el amor. Además, muchos de ellos tienen siempre la gran amabilidad de proporcionarme intervalos de descanso, ya que comúnmente utilizan sus manos para ayudar al soporte de las extremidades de su pareja. De manera que no; no representan, en lo absoluto, ningún problema a considerar sino más bien una muy oportuna ayuda.
Concluyendo el presente comunicado, les reitero que me produce mucho placer mi labor, aunque muchos piensen lo contrario. En adición a eso, me tomo el derecho de hacer también mis críticas, ¿por qué no? Sí me considero un objeto decente, más decente que mis otras colegas; como las butacas de Asambleas, Congresos, Tribunales y demás instituciones afines que, más que sostener, tienen que soportar el culo del ser humano como tal, es decir, el lado más lóbrego de la condición humana inherente a las personas que hondeando la banderas de la Política y la Justicia son capaces de ser una verdadera mierda.
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