De cómo un beso terminó siendo más dulce


Mariela caminaba con ese ritmo desenfadado que tanto la caracterizaba por el bulevar de Sabana Grande. Además era viernes y eran casi las 6 de la tarde, por lo que se podrán imaginar que, ciertamente, andaba de una manera frenética en el ocaso de esa semana en pleno epicentro urbano, donde pronto se darán los hechos que le dan vida a este relato.

Resulta que las aceras de Caracas son lo más parecido a una autopista, pero de peatones; quién sabe si el tráfico de gente es peor al congestionamiento que se da en las horas pico en la Francisco Fajardo, por la abrumante cantidad de vehículos. Igualito tienes que esquivar a las personas lentas y atravesadas, cambiar de canal y hasta se tiene que contar con cualidades de equilibrista, para no tropezar con los cientos de tarantines de comercio informal que colman el suelo de cemento de nuestra ciudad.

Sin embargo, hubo uno de estos tarantines que nuestra veloz Mariela no supo esquivar: un puestico de venta de donas, que siempre veía de medio lado con la tentación que se sobredimensiona justo cuando se les es más prohibido a las mujeres: cuando están en dieta. Una dieta que tenía visos de “reto-apuesta” que hizo con su mejor amiga Valentina y que cumplía a cabalidad, pero que peligraba justo cuando ya iba a terminar la semana.

Una sola dona. La blanquita con chispitas de colores fue la única cosa que pudo detener a este vendaval de emociones llamado Mariela Villanueva. Ésta era su dona favorita, era el dulce que contaba con el puesto más alto dentro de sus preferencias culinarias.

En lo que se detuvo ante el tarantín, vino al ataque el impertinente vendedor de donas quien, con la labia sui generis de este tipo de personajes, comenzó a poner a prueba la determinación de Mariela, quien en esos instantes se planteaba el balance que siempre se hace cuando se está a punto de tomar decisiones que se saben prohibidas.

Por su cabeza pasaron muchas cosas a la vez. Ahora bien, trataré de resumirles lo que en ese mundillo pasó. Primero, tendría que violar una de las reglas del reto-apuesta que había hecho con Valentina, que era la promesa de total sinceridad en caso de que se hubiera cometido este tipo de pecados. Y si creen que ambas contaban con la posibilidad de tomar el atajo de la mentira, entonces no tienen ni idea del poder que puede llegar a tener una amistad que por más de 18 años ha existido entre la dos, pues se conocen lo suficiente como para ponerse una a la otra al descubierto. Asimismo debería enfrentar las consecuencias psicológicas luego de haber sucumbido ante la tentación, pues ya saben ustedes que la mente es capaz de aumentar hasta un par de kilos al cuerpo de una mujer. Y, por si fuera poco, tendría que calarse el chalequeo de su beibe-beibe Daniel, quien no la dejaría en paz por la débil fuerza de voluntad ahora demostrada por su amada.

Después de este inventario de obstáculos, ya pudiéramos dar por hecho que Mariela haya decidido salir por la puerta grande del desafío, pero no. Recordemos que nunca podemos dar por sentado ninguna suposición en la mente de una mujer. Acto seguido, en un arrebato de inconsciencia -que es como tienen que hacerse este tipo de cosas- Mariela le dio el billete de Bs. 2 mil al vendedor atorrante, tomó la dona y la mordió…

El mordisco convirtió a las chispitas de colores en fuegos artificiales de alegría y libertad que explotaron dentro del cielo de su paladar. En fin, fue un mordisco que hizo aún más feliz a nuestra Mariela y, que terminó siendo dentro del propio cuerpo de Marielita, en una experiencia casi hasta erótica, porque hay que ver que el acto de comerse una delicia como ésta con el afrodisíaco de lo prohibido, bien puede terminar teniendo connotaciones orgásmicas.

El mordisco fue, en efecto, un solo mordisco; sólo eso bastó para saciarla, ya que luego inteligentemente botó el cuerpo del delito en la primera papelera que encontró. Mariela estuvo tan complacida y satisfecha de lo sucedido, que no le pasó ni pío por su cabecita, no dejó que hubiera lugar para el arrepentimiento.

Estoica y avasallante se metió en el atestado vagón del Metro que, en tan sólo dos estaciones, la dejaría a dos cuadras de la casa de su cuchi-cuchi Daniel. Tanto se concentró Mariela en disfrutar la dona, que pudo retener en su boca hasta mucho después -ya sabrán por cuánto- el sabor que tanto le había dado placer.

Finalmente logró salir del infernal vagón y, en un instante de descuido mental, la volvió a asediar el miedo y el desasosiego, momentos antes de llegar a la casa de su novio. Resulta que Mariela es ese tipo de personas que refleja estados mentales como ese inundando de rojo su cuello y sus cachetes, como suele sucederle a las personas blancas que no pueden esconder las malditas sensaciones delatoras de su ser. Así que se detuvo por un momento y, antes de que el novio la llegara a ver, respiró profundo y logró atenuar el rojo que se había instalado en todo su rostro.

Decidió finalmente relajarse para llegar más calmada al apartamento de su novio, otro de los que la conoce tan bien que es capaz de desnudar todo secreto de lo que en sólo cuestión de minutos había ocurrido. Daniel abrió la puerta y Mariela, al verlo, logró aplacar toda inquietud y actuar con toda la normalidad del mundo, comenzando con el típico beso que se dan los novios cuando tienen más de ciertas horas sin verse.

Sin embargo Daniel no pudo ocultar, luego de concluido el beso, un desconcierto ciertamente agradable con lo que acababa de sentir. Mariela analizó la expresión de su novio que ahora amaba más que nunca -porque ya bien sabemos lo capaces que son los besos para exagerar el amor-, y sintió que su falta había sido descubierta. Sin embargo su culpabilidad no lograba delatarla, sino que la ocultó tras una sonrisa nerviosa y la pregunta que inmediatamente después le haría a Daniel y que, por cierto, es una de las más peligrosas que toda mujer puede hacerle a un hombre:

-“¿Qué pasa mi cielo, no te gustó?” –preguntó con suspicacia.
- Al contrario, mi vida, no quiero sonar maricón ni nada por el estilo… -decía mientras miraba hacia abajo- lo que pasa es que… no sé por qué –subió la mirada y se acercó lo suficiente como para besarla de nuevo-, pero este beso terminó siendo como más dulce que los demás.

Mariela sonrió finalmente aliviada mientras volvían a besarse, pues nunca pensó que la más inesperada de las reacciones de su novio, terminara siendo la mejor de todas.

Comments

Ana Sosa M. said…
Bravo vic!!! me encantò, te quedó arrechísimo!!! valió la pena tanta espera sólo para leer este escrito que me fascinó.

¡Sigue así!

Besos,
Anita
Minos said…
Excelente!!!

DEBES publicar algun libro de cuentos cortos, demasiado buenos y muy naturales. Sinceras felicitaciones nuevamente, Victor.

Sin embargo, sigues sin superar el cuento del pollo frito :p, del cual me declaro admirador profundo.

un gran saludo.
Unknown said…
Demasiado bueno tu blog!

P.D: la misma que la tuya...
Tenías tiempo sin escribir Vic. Pero como dice ani, valió la pena! A mi también me encantó este post. So romantic... toda la narracion es romantica!
Bring em on, soy una sucker pa este tipo de vainas!
Muaks!
Ora said…
"porque ya bien sabemos lo capaces que son los besos para exagerar el amor"
Me encanto ésta frase. Tengo anotadas las frases que me han marcado de los libros que he leído, que he escuchado en canciones, en conocidos y desconocidos...permíteme agregar ésta a mi colección.
Anonymous said…
que bueno valeeee, pase por curiosidad y me quede pegada!!!
me identifico muchisimo con lo que escribes, me encata como haces de algo tan simple, esto que dices.......

me bien conocerte...
Anonymous said…
Los besos, el amor, y la naracion es como q agarras todo lo interesante de la vida y lo concentras en 4 minutos de felicidad cuando hay nuevos posts en tu Blog. Pero como dice Minos, Yo los tego en orden Galletas Oreos y Pollo Frito!!! Bien vic...

Saludos
Anonymous said…
Muy lindo Coolvitico, tan dulce como el beso de Mariela.

A tu máxima de "lo capaces que son los besos para exagerar el amor" la añadiría una de Oscar Wilde referida a las tentaciones: "La mejor forma de vencer una tentación, es caer en ella". En tu cuento, una lleva a la otra.

Un beso caraqueño.

Mitch.
Ana Sosa M. said…
aparece! estás muy perdido..

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