De cómo una vez entré a un café para conocer, sin querer pero al final queriendo, al amor de mi vida cuando fui a comprar cigarros, ¡qué estrés!
Simplemente la vi y me enamoré. Así de sencillo. Su belleza no admitía siquiera la duda. Había entrado a ese café para comprarme una caja de Marlboro. Así que podrán imaginarse el inmenso estrés que cargaba encima como para fumar en esa tarde acalorada.
Cuando abrí la puerta no me había percatado de su presencia. Pero en lo que estaba pagando la caja de cigarros, miré hacia mi lado izquierdo y allí estaba. Su cara fue lo primero que vi y lo que de inmediato me sedujo.
Debo haberme concentrado de tal manera mirando su hermoso rostro, que la señora de la caja tuvo que decirme una vez y luego gritarme otro par de veces: “¿Señor tiene los 50?... ¿Señor?...”, decía mientras progresivamente alzaba la voz. “Yuju…”, fue su último intento decente de hacerse escuchar, mientras los que estaban en la cola comenzaban a impacientarse. “¡Señor le estoy preguntando que si tiene los 50!”, no aguantó más y me gritó enfurecida como debe hacérsele a los pendejos que se quedan como en la luna. “¡Así es que trata a los pendejos que se quedan como en la luna!”, pareció decir un imbécil que estaba por ahí. “Disculpe…”, dije buscando en los bolsillos los 50 que ya sabía que no tenía. “Pero no los tengo…”. Tomó entonces mi billete de 5 mil visiblemente amargada y me dio con mala gana el vuelto en miles de monedas de 50. “¡Esta sí es arrecha!”, pienso ahora que lo recuerdo, porque cuando verdaderamente pasó mi atención tenía dueña y una carita linda y pecosita como para verla a mi lado todos los amaneceres de mi vida.
Sí, hasta esas cosas pasan por la mente de uno cuando se enamora. Y también pasan cosas como la que hice a continuación. Fue una de ésas que haces automáticamente, sin pensar muy bien por qué las haces. No sólo ya me había ganado el desprecio momentáneo de la cajera, sino de las dos o tres, tal vez cuatro personas de la cola cuando decidí regresar y pedirle a la amargada que me pedía los 50 “una servilletica, por favor, mire que es cuestión de vida o muerte”. La tipa me miró como que “¿qué le pasa a éste?” y los de la cola me miraban como que “¿y tú vas a seguir?”.
Sin embargo, me dio la servilletica con la mala gana que le caracterizaba. Me dispuse entonces a anotar en la servilletica con mi boligrafito azul -hay que ver que uno sí que suena gafo cuando está enamorado- un mensajito al amorcito de mi vida que decía lo siguiente: “Eres ahora lo más lindo de este mundo… ¿me regalas un pedacito de este ahora? 0414-213XXXX” Sí, el ahora lo puse en cursivas y todo. Empecé a caminar como quien no quiere la cosa -pero en verdad cuando caminas así es cuando más quieres la cosa- y me acerqué lentamente a la mesa donde estaba sentada ella con su amiga, la gorda. Y si ese gorda les sonó despectivo entonces me puedo dar por satisfecho, porque la gorda esa con su inmenso cuerpo no me daba espacio para entregarle la servilletica con el mensajito. Finalmente llegué a la mesa y le dije –al amor de mi vida no a la gorda-: “Disculpa… pero te vi y… y… bueno te escribí esto…”, y le entregué la servilletica con el mensajito con mi mano derecha tembleque. Ella sonrió con su carita linda y me la recibió no sin antes escuchar a la gorda que decía como gorda antipática que era: “Ay, Dani, ¿y si eso tiene burundanga?”. La volví a maldecir en mis pensamientos aunque creo que se me salió un “¡Cállate! Gorda de mier…”. Pero igual el amor de mi vida que ahora se llamaba Dani tomó la servilletica y me soltó tímidamente un “gracias”.
Todavía luego de un día entero estoy esperando por algún mensajito de Daniela –decidí llamarla así porque si la llamo Dani me acuerdo entonces de la gorda y ¡qué estrés! Porque estrés es lo que tengo ahorita mientras espero el mensajito de Daniela, el amor de mi vida. Pero no se preocupen que yo los mantendré informados sobre el mensajito que a lo mejor llega, pero qué estrés si no llega, o a lo mejor el estrés se me quita si no llega… ¡Coño qué estrés!
Cuando abrí la puerta no me había percatado de su presencia. Pero en lo que estaba pagando la caja de cigarros, miré hacia mi lado izquierdo y allí estaba. Su cara fue lo primero que vi y lo que de inmediato me sedujo.
Debo haberme concentrado de tal manera mirando su hermoso rostro, que la señora de la caja tuvo que decirme una vez y luego gritarme otro par de veces: “¿Señor tiene los 50?... ¿Señor?...”, decía mientras progresivamente alzaba la voz. “Yuju…”, fue su último intento decente de hacerse escuchar, mientras los que estaban en la cola comenzaban a impacientarse. “¡Señor le estoy preguntando que si tiene los 50!”, no aguantó más y me gritó enfurecida como debe hacérsele a los pendejos que se quedan como en la luna. “¡Así es que trata a los pendejos que se quedan como en la luna!”, pareció decir un imbécil que estaba por ahí. “Disculpe…”, dije buscando en los bolsillos los 50 que ya sabía que no tenía. “Pero no los tengo…”. Tomó entonces mi billete de 5 mil visiblemente amargada y me dio con mala gana el vuelto en miles de monedas de 50. “¡Esta sí es arrecha!”, pienso ahora que lo recuerdo, porque cuando verdaderamente pasó mi atención tenía dueña y una carita linda y pecosita como para verla a mi lado todos los amaneceres de mi vida.
Sí, hasta esas cosas pasan por la mente de uno cuando se enamora. Y también pasan cosas como la que hice a continuación. Fue una de ésas que haces automáticamente, sin pensar muy bien por qué las haces. No sólo ya me había ganado el desprecio momentáneo de la cajera, sino de las dos o tres, tal vez cuatro personas de la cola cuando decidí regresar y pedirle a la amargada que me pedía los 50 “una servilletica, por favor, mire que es cuestión de vida o muerte”. La tipa me miró como que “¿qué le pasa a éste?” y los de la cola me miraban como que “¿y tú vas a seguir?”.
Sin embargo, me dio la servilletica con la mala gana que le caracterizaba. Me dispuse entonces a anotar en la servilletica con mi boligrafito azul -hay que ver que uno sí que suena gafo cuando está enamorado- un mensajito al amorcito de mi vida que decía lo siguiente: “Eres ahora lo más lindo de este mundo… ¿me regalas un pedacito de este ahora? 0414-213XXXX” Sí, el ahora lo puse en cursivas y todo. Empecé a caminar como quien no quiere la cosa -pero en verdad cuando caminas así es cuando más quieres la cosa- y me acerqué lentamente a la mesa donde estaba sentada ella con su amiga, la gorda. Y si ese gorda les sonó despectivo entonces me puedo dar por satisfecho, porque la gorda esa con su inmenso cuerpo no me daba espacio para entregarle la servilletica con el mensajito. Finalmente llegué a la mesa y le dije –al amor de mi vida no a la gorda-: “Disculpa… pero te vi y… y… bueno te escribí esto…”, y le entregué la servilletica con el mensajito con mi mano derecha tembleque. Ella sonrió con su carita linda y me la recibió no sin antes escuchar a la gorda que decía como gorda antipática que era: “Ay, Dani, ¿y si eso tiene burundanga?”. La volví a maldecir en mis pensamientos aunque creo que se me salió un “¡Cállate! Gorda de mier…”. Pero igual el amor de mi vida que ahora se llamaba Dani tomó la servilletica y me soltó tímidamente un “gracias”.
Todavía luego de un día entero estoy esperando por algún mensajito de Daniela –decidí llamarla así porque si la llamo Dani me acuerdo entonces de la gorda y ¡qué estrés! Porque estrés es lo que tengo ahorita mientras espero el mensajito de Daniela, el amor de mi vida. Pero no se preocupen que yo los mantendré informados sobre el mensajito que a lo mejor llega, pero qué estrés si no llega, o a lo mejor el estrés se me quita si no llega… ¡Coño qué estrés!
Comments
siempre una hermosa mujer estará acompañada de una gorda, o fea. Es ley de vida, ambas se necesitan, formando una simbiosis. La bella necesita a la gorda para lucir aún mas bella, porque resaltará, y la gorda necesita a la bella, al menos para poder tener un encuentro medianamente cercano con un hombre que busca a la bella, pero puede terminar con la gorda por retruque.
Espero te llame Daniela, pero sin la gorda de por medio, y evita un retruque hehehe.
Y si no... pues te aseguro que encontrarás otro amor de tu vida, jeje... aunque se que ahora quieres a esta...
Coño, que estrés! Te entiendo perfecto! Besos!
por vainas como estas es que la vida es una nota! je je je...
Este cuento es como de mentira!
A cualquier mujer le gustaría q alguien, sólo con verla al entrar a comprar cigarros, le escribiera algo así!
Ojalá y te llame!
Mantennos informados por aquí!
besos ;-) suerte, pido por que se aparezca nuevamente en tu camino
K@rem
ya quiero q postees lo q escribiste el otro día, que evidentemente no fue éste, hahaha..
un beso con sabor a impaciencia!+
anita
http://losguaros.blogspot.com/2007/07/blogstock-2007-el-rumbn.html
BLOGSTOCK 2007, TENEMOS QE IIIIIRRR DEMASIADO !!! HAHAHA
Gracias por poner en linea escritos q nos ensenen entretengan y nos alimenten la imaginacion!!!
Un gran abrazo
Un abrazo cargadito de buenas energías,
P.S: Y mantén ese coroto con saldo ¡por favor!
Seguiré paseando por aquí... trust me. Muaks!
(otra vez)
Ojala te llame o te escriba la chama jeje...
Saludos, JP
No han pasado diez minutos desde que entré y ya ando con un estrés de mil demonios.
Se te agradece informar a la brevedad posible que ocurrió si llamó no importa, ya llegará otro amor de tu vida (si lo sabré yo) en caso contrario, pues valor, no dejes que la voz se te quiebre y disfruta lo que a bien te de la vida.
Saludos risueños desde Barquisimeto :-)
que lindo de verdad!!!!, yo que mas tonta y romantica no puedo ser..
ojala y dani llame, estar pasando por aquie a ver que paso