Habla pegao
Lo único bueno que me dejó el paro petrolero fue haberla conocido. Antes de venirme a casa de mis viejos en Puerto la Cruz la conocí en el cumpleaños de un pana de la universidad. Comenzamos a hablar desde el mismo momento en que nos presentaron. Ella se tuvo que ir temprano a su casa, pero el feeling entre los dos era más que evidente. Habríamos hablado en esa fiesta como una hora, una hora que por cierto se nos hizo insoportablemente corta. Nos intercambiamos los teléfonos como Dios manda. Lo que ninguno de los dos sabía en ese momento era la inmensa importancia que recaería sobre nuestros celulares…
Al despedirme de ella en la fiesta, le dije que al día siguiente me iría a Puerto La Cruz, pero también le dije que no se preocupara, que desde allá la iba a llamar del celular de mi mamá, que tenía habla pegao. Era la época en la que todavía ni pasaba por nuestras mentes que nuestros celulares Telcel algún día se llamarían Movistar.
Desde mi primera noche en Puerto la Cruz la llamé, y durábamos, en promedio, un par de horas hablando por teléfono. No me pregunten de qué podíamos estar hablando tanto. Si hay algo realmente inexplicable en este mundo es lo infinito que puede terminar siendo el temario que se establece en las conversaciones por teléfono entre dos personas que se gustan. Lo que sí les puedo decir es que las orejas me quedaban calientes de tanto hablar, la figura de la batería en el celular de mi mamá siempre terminaba titilando y mi corazón se aceleraba desde que oía la primera nota del ringtone cuando ella me llamaba.
Recuerdo que hasta apostábamos sobre el día en que acabaría la llamada huelga petrolera: “esto no debe durar mucho”, le decía yo, mientras que ella me aseguraba que “esto va pa’ largo…”. Entre muchas otras cosas maravillosas nos prometimos hacer un viaje a Choroní, ir para un Caracas-Magallanes e ir para un concierto de Oscar D´León. Recuerdo que hasta hablamos sobre el video de Roxana Díaz. Recuerdo también que tardábamos para despedirnos como media hora. Y que, antes de colgar, nuestro ritual incluía distintos besos en distintas partes del cuerpo: “Te mando un beso que apenas toque tu piel tres dedos por debajo de tu ombligo”, recuerdo que le decía. “Te mando un beso que termine siendo un mordisco debajo de tu barbilla”, me respondía ella.
Todas esas noches se convirtieron en los momentos del día que esperaba con más antelación. Y, las noches en las que por una u otra razón no podía hablar con ella, mi arrechera no era normal. Ahí fue cuando me di cuenta que la chama me tenía mal. El paro terminó y al día siguiente regresé para Caracas. Ella y yo estábamos súper contentos porque al fin íbamos a vernos en persona y hacer realidad todas esas promesas y esos besos que nos habíamos hecho a través de los auriculares de nuestros celulares.
Pero, como la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ella no iba a hacer ninguna excepción conmigo. Resulta que cuando llegué a Caracas me enteré que todos los profesores habían decidido hacer, en la misma semana, los exámenes que no pudieron realizarse por el paro. Sólo pude verla el mismo día que regresé a Caracas. Ella me fue a buscar al terminal de autobuses. Nos vimos, nos abrazamos fuertemente y nos besamos con locura. Hicimos uno de esos espectáculos que suelen hacer esas parejitas que logran aislarse del mundo entero. Para ellos sólo basta el diámetro que hacen sus cuerpos cuando se unen, lo demás está de sobra.
Durante esa primera semana de clases no la pude ver. Igual tuve que ponerle a mi celular habla pegao. Y, aunque el plan en cuestión se me hacía muy costoso, tenía que hacer lo que fuera necesario para seguir hablando con ella. Pero también tenía que estudiar bastante porque no me había ido muy bien en los primeros exámenes del trimestre. En fin, no pude verla. Ella tampoco perdió su tiempo. En una de esas cosas que todavía luego de cinco años no logro comprender, ella volvió con su ex-novio.
Al final del trimestre pasé todas las materias que inscribí, pero también la había perdido a ella. Me la encontré un par de veces en estos cinco años. Cinco años en los que no pudimos cumplirnos todo eso que nos habíamos prometido por teléfono. No pude cocinarle mis famosos espaguetis a la marinera. Ni ella pudo mostrarme el tatuaje que tenía en una parte de su cuerpo que nunca se atrevió a decirme. No pude hacerle el amor en el ascensor de su edificio. Ni ella pudo recitarme poemas de Victor Hugo en su perfecto francés.
En estos días me mandó una friend request en Facebook. Su relationship status: engaged to Juan Andrés Balza -su novio durante estos últimos cinco años. Por lo que dicen los mensajes que algunos de sus amigos dejan en The Wall, se casan en Mayo y pronto se van a vivir a Toronto. Al terminar de leer todo esto, cerré la ventana del Facebook y lo maldije. Lo maldije de la misma manera en que maldecía al celular cuando ya no tuve más esas noches de promesas, de ilusión; noches que se hacían especiales tan sólo con abrir la tapa del celular y saber, que en un corto y mágico instante, escucharía su voz.
Al despedirme de ella en la fiesta, le dije que al día siguiente me iría a Puerto La Cruz, pero también le dije que no se preocupara, que desde allá la iba a llamar del celular de mi mamá, que tenía habla pegao. Era la época en la que todavía ni pasaba por nuestras mentes que nuestros celulares Telcel algún día se llamarían Movistar.
Desde mi primera noche en Puerto la Cruz la llamé, y durábamos, en promedio, un par de horas hablando por teléfono. No me pregunten de qué podíamos estar hablando tanto. Si hay algo realmente inexplicable en este mundo es lo infinito que puede terminar siendo el temario que se establece en las conversaciones por teléfono entre dos personas que se gustan. Lo que sí les puedo decir es que las orejas me quedaban calientes de tanto hablar, la figura de la batería en el celular de mi mamá siempre terminaba titilando y mi corazón se aceleraba desde que oía la primera nota del ringtone cuando ella me llamaba.
Recuerdo que hasta apostábamos sobre el día en que acabaría la llamada huelga petrolera: “esto no debe durar mucho”, le decía yo, mientras que ella me aseguraba que “esto va pa’ largo…”. Entre muchas otras cosas maravillosas nos prometimos hacer un viaje a Choroní, ir para un Caracas-Magallanes e ir para un concierto de Oscar D´León. Recuerdo que hasta hablamos sobre el video de Roxana Díaz. Recuerdo también que tardábamos para despedirnos como media hora. Y que, antes de colgar, nuestro ritual incluía distintos besos en distintas partes del cuerpo: “Te mando un beso que apenas toque tu piel tres dedos por debajo de tu ombligo”, recuerdo que le decía. “Te mando un beso que termine siendo un mordisco debajo de tu barbilla”, me respondía ella.
Todas esas noches se convirtieron en los momentos del día que esperaba con más antelación. Y, las noches en las que por una u otra razón no podía hablar con ella, mi arrechera no era normal. Ahí fue cuando me di cuenta que la chama me tenía mal. El paro terminó y al día siguiente regresé para Caracas. Ella y yo estábamos súper contentos porque al fin íbamos a vernos en persona y hacer realidad todas esas promesas y esos besos que nos habíamos hecho a través de los auriculares de nuestros celulares.
Pero, como la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ella no iba a hacer ninguna excepción conmigo. Resulta que cuando llegué a Caracas me enteré que todos los profesores habían decidido hacer, en la misma semana, los exámenes que no pudieron realizarse por el paro. Sólo pude verla el mismo día que regresé a Caracas. Ella me fue a buscar al terminal de autobuses. Nos vimos, nos abrazamos fuertemente y nos besamos con locura. Hicimos uno de esos espectáculos que suelen hacer esas parejitas que logran aislarse del mundo entero. Para ellos sólo basta el diámetro que hacen sus cuerpos cuando se unen, lo demás está de sobra.
Durante esa primera semana de clases no la pude ver. Igual tuve que ponerle a mi celular habla pegao. Y, aunque el plan en cuestión se me hacía muy costoso, tenía que hacer lo que fuera necesario para seguir hablando con ella. Pero también tenía que estudiar bastante porque no me había ido muy bien en los primeros exámenes del trimestre. En fin, no pude verla. Ella tampoco perdió su tiempo. En una de esas cosas que todavía luego de cinco años no logro comprender, ella volvió con su ex-novio.
Al final del trimestre pasé todas las materias que inscribí, pero también la había perdido a ella. Me la encontré un par de veces en estos cinco años. Cinco años en los que no pudimos cumplirnos todo eso que nos habíamos prometido por teléfono. No pude cocinarle mis famosos espaguetis a la marinera. Ni ella pudo mostrarme el tatuaje que tenía en una parte de su cuerpo que nunca se atrevió a decirme. No pude hacerle el amor en el ascensor de su edificio. Ni ella pudo recitarme poemas de Victor Hugo en su perfecto francés.
En estos días me mandó una friend request en Facebook. Su relationship status: engaged to Juan Andrés Balza -su novio durante estos últimos cinco años. Por lo que dicen los mensajes que algunos de sus amigos dejan en The Wall, se casan en Mayo y pronto se van a vivir a Toronto. Al terminar de leer todo esto, cerré la ventana del Facebook y lo maldije. Lo maldije de la misma manera en que maldecía al celular cuando ya no tuve más esas noches de promesas, de ilusión; noches que se hacían especiales tan sólo con abrir la tapa del celular y saber, que en un corto y mágico instante, escucharía su voz.
Comments
Suele suceder, nadie es indispensable, y si te descuidas, te roban lo que con tantas ganas deseabas, por eso dicen "no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". También dicen que lo que pasa es lo mejor, pero, para los protagonistas, siempre es mejor que muchas cosas no pasen...
PD
¡lo lograste de nuevo!
Mua!
un besitoooooooooooo tq
anita*
Me he visto reflejada en varios de tus post y bueno esta fue la guinda de la copa!! jejeje me paso algo parecido pero con un final algo tragico.. pero anyways!! lo que queria dejarte claro es que pase por aqui y que tu blog me encanto..
PD: estare por aqui mas seguido!!
El chismografo mas grande del mundo.
Y una nueva herramienta para stalkers.
Igual ya todos tenemos uno. Yo me resisti por un buen tiempo de hecho el primer mensaje dejado en el Wall fue: YOU CRACKED.
Aun asi, no logro entenderlo totalmente, no desde el punto de vista tecnologico sino desde el punto de vista social: en el momento que empezamos a vivir a traves del libro, dejamos de vivir realmente?
Es demasiado complejo. Ademas de atorrante este chismografo.
saludos~