De niño...

De niño siempre me pregunté cómo se sentiría tocar una nube. Siempre pensé que el cielo era un montón de algodones de azúcar hechos por Dios. Todavía no sé qué se siente tocar uno de esos humos congelados. No he tenido la oportunidad de sacar la mano por la ventana de un avión, tal y como uno la saca por la ventana de un carro.


De niño siempre pensé que algún día los carros llegarían a volar. Los Supersónicos eran una de mis comiquitas favoritas y siempre creí que, en un futuro, las cosas en el mundo iban a ser como en esos dibujos animados. Ahora lo veo lejos; la tecnología ha avanzado, claro, pero creo que fui víctima de otra de esas grandes mentiras que salen por televisión.


De niño siempre me pregunté como sería estar sobre una tarima, tocando un instrumento en un concierto. Siempre veía que los músicos tocaban con mucha seguridad. Nunca veían al público. Fijaban su mirada en el suelo de madera. Una vez toqué en la Sala 2 del CELARG. No sé si logré mostrarme seguro, pero también miré el suelo de madera y entendí por qué lo hacían. Estaba muy nervioso.


De niño siempre me pregunté cómo sería besar a una chama. Una vez, paseando con mi abuelo en el Parque del Este, vi cómo una pareja se abrazaba y se besaba mientras sus cuerpos rodaban bajo una colina de grama. Mi abuelo, con rapidez, me llevó cargado para que viera a los monos y sus graciosos juegos. Mi primer beso fue en 6to grado, jugando La Botellita. Fue fino.


De niño siempre me pregunté cómo sería amar a alguien. Una vez vi cómo una prima lloraba sin consuelo. Creí escucharle, mientras le contaba a mi mamá, que lloraba por un hombre. Un hombre al que ella amaba y que aparentemente la había engañado. Ella le aseguraba a mi mamá que todavía lo amaba. ¿Lloraría por eso? ¿O lloraría por la traición? Nunca llegué a saberlo. Nunca entendí cómo alguien podía amar a otra persona que le había hecho algo tan malo. A esa corta edad ya el amor se me hacía como algo que no tenía mucho sentido.


Yo creo haber amado dos veces en esta vida.


Y sigo sin entenderlo.

Comments

eusucre said…
yo siempre quería dormir en las nubes... literalmente! jejeje!

Que perspectiva la de la niñez no?
Yo quiero unos lentes con una prescripcion para eso!
eu: esa es la magia que tiene el punto de vista que nos da la infancia. Lo que pasa es que con los años pareciera que hiciéramos todo lo posible para quitárnosla de encima. Yo siempre he tratado de mantenerla, pero debo reconocer que a veces evito tenerla. Sin embargo, desde congresos de liderazgo, pasando por jornadas de creatividad hasta conferencias para conseguir el éxito, siempre se mantiene que, para lograr todo eso en la vida, es imprescindible conservar la ilusión propia de la niñez,

abrazo chico

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