Caracas es chiquitica...
Sabía que esta ciudad era muy pequeña como para que no nos volviésemos a encontrar. Sabía que te volvería a ver. Y cuando menos te lo esperabas. O dime: ¿de verdad pensabas que me ibas a ver anoche? Por eso nunca perdí mis esperanzas de que el tiempo o el destino nos pusiera de nuevo frente a frente. Pero también supe que no me ibas a ver a la cara. No podías. Por eso es que anoche te hice saber con mi mirada de que el tiempo me había dado la razón, de que yo había ganado. De que había salido victorioso de esta estúpida batalla a la que diste comienzo. Esta batalla que decidiste librar luego de haber hablado toda una noche de la declaración de amor que hace Billy Cristal al final de When Harry met Sally, de cuando Will Ferrell toca su guitarra y canta con encantadora timidez a Maggie Gyllenhaal en Stranger than fiction, del “I’ll will learn how to swim” que salió de la boca de Tim Robbins en esa conmovedora escena en La vida secreta de las palabras. Una noche que para mí fue mágica. Aunque para ti no tanto. (Eso te encargarías de demostrármelo luego.) Te pedí tu teléfono porque quería quedarme con tu inquieta y tierna mirada que se resguardaba tras tus lentes de pasta. Quería tenerla sólo para mí. Me encantaste. Quedamos en que íbamos a tomarnos una botella de vino tinto en una de esas tascas de Chacao. Y seguiríamos hablando de buen cine. Pero nunca contestaste tu celular. Te dejé dos mensajes de voz. Nunca me devolviste la llamada. Te llamé desde un centro de comunicaciones para burlar al caller ID y caíste en mi trampa: te volví a invitar, en esa segunda oportunidad, a un concierto que iba a dar Dudamel en el Teresa Carreño. Pero tampoco te apareciste en el teatro. Quedó vacío el asiento que tenía al lado. Me vestí del carajo y me eché el mejor perfume que tenía. Fui al concierto con la esperanza de volver a verte. Pero no. El asiento quedó vacío. Ok. Me costó tiempo y energía aceptarlo. Y anoche, luego de casi un año, debo confesarte que me sentí muy bien al volver a verte, aun cuando nunca esperé sentirme así. Siempre me pregunté cómo reaccionaría si alguna vez nuestros caminos volvían a cruzarse. Pero resulta que salí bien parado. Me prometí que cuando volviera a verte al menos te preguntaría por qué habías decidido no salir conmigo, en dónde la había cagado. Imagino que era para consolar a mi orgullo. Pero anoche me di cuenta que no valías la pena. Anoche la ciudad como que se te quedó muy pequeña, qué vaina ¿no?
Comments
.... esta historia como que se me hace conocida....
Aguante!!!
Saludos!! =D
Es Arrecho.. pero que rico que despues de un tiempo seas tu quien cuenta esta historia porque aqui la unica que perdio fue ella.. debio haber sido clara desde el comienzo!
Te linkeo a mi blog, siendo la 1era vez que te leo.
Saludos!