Laundry
Lavado
Al principio no sabía cómo hacerlo. La primera vez que fui a lavar mi ropa sucia en la lavandería que queda más cerca de mi casa, me le acerqué a una señora para preguntarle cuál era el procedimiento. "Read the instructions right there, honey", dijo mientras me señalaba un pequeño letrero en la esquina superior izquierda de la lavadora. En efecto, ese pequeño aviso mostraba toda la información que necesitaba.
Primero se abre la puerta y se mete la ropa, luego se echa detergente en una compuerta, seleccionas la temperatura del agua y finalmente metes los quarters. Son siete para una muda pequeña y catorce para una grande. Un proceso muy similar debe hacerse para secar la ropa. Se abre la secadora y se mete la ropa, luego se mete un quarter por cada ciclo de secado, se selecciona el grado de calor y luego se presiona el botón de start.
Luego de estar viviendo 5 meses en Harlem y de lavar mi ropa religiosamente una vez por semana, puedo decir que soy un experto del laundry. No es una cosa del otro mundo, o algo de lo que me enorgullezca; sólo disfruto la tranquilidad de la certeza que te da la rutina. Mi experticia se basa en que ya conozco cuáles son las máquinas que están defectuosas, a qué hora del día va menos gente, y cuánto tiempo promedio tarda en lavarse y en secarse la ropa. (Son aproximadamente 53 minutos que reparto entre mi iPod y alguna revista que llevo para leer.)
Enjuagado
En estos días tuve que ir a otra lavandería. La otra estaba cerrada. El cambio, y su incertidumbre, me atacaron al final de un día particularmente difícil. De esos en lo que te sientes vulnerable, de esos en lo que no sientes pronóstico alguno de mejora.
Cambiar de lavandería es complicado. No sabes cuáles son las máquinas que están malas, la gente te mira con la rareza con la que se mira a los extraños, y las tarifas y los tiempos de las máquinas cambian. En fin, lo que normalmente me tomaba una hora, podría terminar tomándome mucho más si no contaba con buena suerte. Cosa que se me hacía inaccesible en ese momento.
En esa noche solitaria y fría parecieron haberse acumulado muchas cosas que me pasaron durante el día, y otras que creí haber dejado atrás. En la mañana me peleé con uno de mis panas del Instituto. Hizo un chiste sobre los latinos, y no me dio gracia. Me pareció ofensivo y se lo dije: "Let's take it outside". Sentí que había vuelto al liceo, con la excepción de que yo nunca me caí a coñazos en esa etapa de mi vida. No sé si mi reacción fue desproporcionada, pero al menos fue honesta. Al final él me pidió disculpas y la cosa no pasó a mayores.
Luego en la pasantía tuve un encontronazo con mi jefe. A mí no me arrecha que la gente crea que uno es un pendejo, a mí lo que me saca la piedra es que estén seguros de que uno es un pendejo. La discusión comenzó porque resulta que a mi jefe le ha dado por asignarme tareas justamente cuando está terminando el día. La cosa ya había pasado dos veces antes y me prometí que no me la iba a calar más. Le dije que no podía hacerlo, que lo dejaría para mañana. Él puso cara de culo, pero me supo a mierda. No me dejé montar la pata y aunque se sintió del carajo hacerlo, quedé con cierto sinsabor cuando salí de la oficina. Mi cuerpo rechaza el conflicto, pero en esta vida, y sobre todo en una ciudad como esta, a veces se hace algo más que necesario.
Secado
La ropa terminó de lavarse. Busqué un carrito, la puse ahí y me dirigí a la sección de secadoras. Metí la ropa en la secadora número 19. La escogí porque se veía que estaba nueva y en buen estado. Introduje tres quarters para obtener tres ciclos de ocho minutos.
La secadora da cuatro vueltas, luego se detiene y las retoma pero en el sentido contrario. En eso se parece a la etapa de exprimido en el lavado, donde la máquina pareciera querer expulsar o deshacerse de la ropa. (Cómo me gustaría hacer lo mismo con algunas personas en mi vida, o con los pensamientos que me generan tener esas personas en mi vida.)
¿Por qué nunca me contestó las últimas llamadas que le hice? ¿Por qué nunca me contestó ese último email que le mandé? ¿Será que nunca le llegó? ¿O será que nunca lo quiso responder? ¿Por qué me reprocho cada puta acción que hago? ¿Por qué será que el pequeño juez dentro de mi cabeza siempre me declara culpable de todo lo que hago? ¿Por qué a veces siento que soy mi peor enemigo?
El reloj de la secadora indica con sus números verdes que faltan cuatro minutos, pero en realidad serán como seis. Y a lo mejor puede que sean más. Puede que la ropa haya quedado húmeda, me temo que la muda que metí es muy grande para los 24 minutos de secado. Entonces tendré que meter otro quarter para otros ocho minutos.
Ocho minutos en los que la secadora seguirá dando vueltas y mi cabeza también. Ocho minutos que confirmarán que no somos más que ciclos dentro de un gran ciclo, esperando terminar para comenzar de nuevo.
Ocho minutos en los que tendré que esperar a que la ropa se seque.
De una vez por todas.
Comments
muak
ani
Salu2.
Saludos!
Your TMTH Sista!