Mis ídolos creativos: Igor Stravinsky

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Igor Stravinsky es mi compositor favorito. Descubrir su música significó el origen de una de mis obsesiones más duraderas. No sólo me encanta disfrutar su obra, sino que también encuentro mucho placer en conocer sobre su vida. Junto a Leonard Bernstein, Gustav Mahler, Pierre Boulez y Valery Gergiev, el compositor ruso pertenece al grupo de las personalidades que me parecen más interesantes dentro de la música clásica.

La vida de Stravinsky me parece fascinante no sólo por la genialidad de su música, sino por muchas otras razones. Igor Stravinsky fue un hombre de su tiempo: un individuo que tiene estampada el siglo XX en su vida, y en su arte. Durante el primer tercio del siglo, y de la mano de Sergei Diaghilev, compuso piezas para los ballets que lo catapultaron a lo más alto del estrellato musical.

Al comienzo de la segunda guerra mundial, el músico decidió exiliarse en los Estados Unidos, donde viviría hasta el final de sus días. El compositor parecía estar, al menos durante la mayor parte de su carrera, al frente de las tendencias que dominaron su época. Mientras Schoenberg proponía la aniquilación de la tonalidad al final de la primera década del siglo, Stravinsky tomó al ritmo como bandera y la izó como su propia revolución musical.

A comienzos de los 30, cuando algunas vanguardias musicales parecían desgastarse, Stravinsky propuso hacerle homenaje a las músicas antiguas mediante la elaboración de destacadas piezas pertenecientes a la categoría de lo que se conoció como el neo-clasicismo.

Sólo al final de su vida el ruso pareció haberse quedado un poco en los laureles en cuanto a la imposición de una nueva corriente musical, ya que su última etapa musical, la serialista, estuvo inspirada en el legado de la Segunda Escuela de Viena, especialmente influenciada por la obra de Anton Webern.

Para muchos expertos, Stravinsky es considerado el compositor más importante del siglo XX. Aunque dicha aseveración pudiera tomarse con cierta suspicacia, basta analizar su legado y su influencia para no rebatirla. El extraordinario manejo del ritmo, el excepcional diseño orquestal y la solidez del discurso que Stravinsky propuso a lo largo de su carrera son auténticos testimonios de uno de los talentos más destacados en la historia de la música.

En cuanto a su proceso creativo, Stravinsky ostentó una disciplina a la altura de su talento. Sin importar las constantes mudanzas y las persistentes dificultades familiares que tuvo que afrontar, Stravinsky hacía gala de una rígida ética de trabajo. Le gustaba componer por las mañanas en un estudio que tenía un piano, muchas hojas de papel, frascos de tinta e inundado de íconos religiosos. Y por las tardes se ocupaba de los numerosos aspectos comerciales de su carrera. Pocos compositores tuvieron tanta conciencia y un sentido tan agudo para los negocios como él.

Si desean explorar el fascinante mundo creativo de Stravinsky, les recomiendo la biografía en dos tomos escrita por Stephen Walsh, el libro que Charles M. Joseph le dedicó a su magnífica colaboración con el coreógrafo George Balanchine, y el documental Stravinsky: Once at a border, dirigido por Tony Palmer.

Escuchar la música de Stravinsky es maravillarse constantemente con su don creativo. Su obra es compleja, sofisticada, difícil: atributos que precisamente hacen que sea muy rica y nunca deje de ser interesante. Stravinsky es uno de mis ídolo creativos porque fue un genio riguroso que hizo una música que nadie más pudo haber hecho.


Éstas son mis piezas favoritas de Stravinsky:

1. Symphony of Psalms
2. Le sacre du printemps
3. Violin concerto
4. Apollo
5. Agon
6. Symphony in three movements
7. Capriccio for piano and orchestra
8. Ebony concerto
9. Petrouchka
10. Scherzo à la russe

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