Hoy me siento astuto
Hoy me siento astuto. Siento que puedo ver las cosas con agudeza, analizarlas con objetividad, qué arrecho. En fin, que hoy no me parezco en nada al pendejo que suelo ser. Y precisamente como presiento que este estado mental no me va a durar mucho, aprovecho para describirles cómo me fue en ese día, el día en que me sentí astuto…
Mi día empezó a eso de las 5 y media de la mañana. Me levanté, me lavé la cara y me cepillé los dientes. Justo ahí empecé a sentirme diferente. Fui al cuarto, me vestí, tomé el bolso, me aseguré de tener exactos los mil doscientos bolívares que cuesta ahora el pasaje, abrí la puerta de mi apartamento, me monté en el ascensor y bajé, abrí la puerta de mi edificio y salí. Bajé la avenida principal de San Luis caminando como los astutos: erguido, hombros separados, algo apurado, con el paso de quien se siente seguro.
Me subí a la camionetica que me lleva hasta Chacaíto, donde luego tomo el autobús para ir a la universidad. Le pagué al conductor la nueva tarifa y me senté. Luego de dos paradas una señora se sentó al lado mío. Me comentó algo, queriendo iniciar una conversación. Pasó por alto el hecho de que estaba leyendo: la actividad más aisladora del mundo. (Cuando estás leyendo, puede que estés muy interesado en el contenido del libro o puede que en verdad te estés aislando de la gente fastidiosa que te busca conversación en todos lados. En mi caso se daban las dos situaciones.) La señora me preguntó si sabía dónde quedaba tal calle.
- Lamento no poder ayudarla, señora. Ni siquiera sé dónde estoy parado –cosa que es cierta-. Pregúntele al chofer o al que cobra el pasaje, ésos se conocen la ciudad mejor que nadie.
- Gracias joven, es usted muy astuto.
- Yo sé.
Llegué a la estación de los autobuses de la universidad y me conseguí a Esteban, una de esas personas que viven quejándose de todo lo que les pasa. Esos que, cuando les preguntas cómo está todo, siempre te responden con un lacónico: “ahí…”.
- ¿Qué más chamo? ¿Cómo está todo?
- Ahí… -¿se dieron cuenta?- todavía depre por lo de la beca…
- Bueno, ¿pero tú vas a seguir? ¿Hasta cuándo vas a estar deprimido por esa vaina? ¡Mete tus papeles en otros lados y listo, man! Tú tienes unas notas del carajo, si una puerta se te cierra, entonces tienes que tocar las demás.
- Oye Victor, gracias por ese consejo tan… umm… no sé cómo llamarlo…
- ¿Astuto?
- ¡Ésa! ¡Ésa era la palabra que estaba buscando!
- Tranquilo…
Al llegar a la universidad me fui directo al cafetín para desayunar. Allí me encontré con Roberto. Al acercarme a la mesa donde estaba sentado, noté que su cara mostraba preocupación.
- ¿Qué más man? ¿Todo fino? -le pregunté mientras me sentaba.
- Más o menos…
- Háblame.
- Bueno nada, que ayer me fui a rumbear al San Ignacio y traté de caerle como a tres chamas y ninguna me paró. Las tres me rebotaron cuando las invité a bailar, qué bolas esa vaina, ¿no? Estoy perdiendo mis facultades –sentenció con tono de derrotado.
- Tranquilo man. En estos días hice un experimento sociológico, bastante relacionado con lo que me estás diciendo y que, por cierto, resultó bastante exitoso.
- ¿En serio? Y cuéntame, ¿de qué se trató?
- No tengo mucho tiempo, métete en mi blog cuando puedas y lo lees. La clave está en que te le acerques a la chama y la impresiones, pero con inteligencia. Cuestión de actitud.
- Coño, ¿sabes qué? Eso no lo he intentado. ¡Gracias Victor!
- De nada, bro. Suerte con eso…
- Gracias, de pana. Por cierto, hoy te ves distinto, para bien claro… Estás hablando como con más seguridad, no sé, andas como raro…
- Sí, yo sé, pero tranquilo que esto no me dura mucho.
- Tú sí estás frito, Vitico…
Luego fui a mi laboratorio y saludé a Juan Andrés, un pana que también está haciendo tesis. Me recibió diciéndome lo siguiente:
- ¿Te enteraste lo último que dijo Chávez? –y arqueó sus cejas en señal de que lo que iba a decirme generaría asombro.
- No, man. Ahorita a Globovisión lo tengo vetado en mi televisor. Demasiado onanismo opositor…
- La vaina es que el carajo dijo, en pleno Aló Presidente, que en una cadena tenía diarrea y que casi se hace encima. ¡Qué bolas man! ¡Cómo un presidente de un país puede estar hablando de esa forma!
- Bueno, la verdad es que lo que haga ese tipo ya no me sorprende. El problema está en que estemos pendiente todo el día de lo que diga o lo que haga, ¿me entiendes? That’s fucked up! Si la gente estuviera consciente del poder que existe dentro de cada uno de nosotros, entonces no estuviéramos pendiente de lo que hace o lo que dice, sino que estuviéramos concentrados en lo que cada uno puede hacer por el país. Es lo que yo llamo “La política cotidiana”: dar los buenos días, ayudar al vecino, no comerse la luz, hacer las cosas que uno sabe hacer de la mejor forma. Eso también es política. Eso es hacer país. Tú no haces un coño por el país viendo Globovisión todo el día, o metiéndote a cada rato en Noticiero Digital. Uno no puede quedarse sentado viendo y criticando qué carajo es lo que hacen los políticos por el país. ¡Uno es el que tiene que hay que hacer país, coño!
- ¡Marico! ¡Te fuiste! ¡Qué discurso tan arrecho! ¿Qué coño te pasa hoy?
- No sé, me levanté distinto…
Comments
Compadre esta muy de pinga tu blog.
le envió kgs de abrazos y buena vibra
_tEo...
Saludos magentosos!
jajajajajajajaaj!!! Me muero de risas, divertidísimo.
Vas al cambalache el domingo?